Dos rayas en un test de embarazo.
Así es como comienza la aventura en el lado bio de la vida de muchas personas. O, al menos, así empezó la mía. Una aventura que se inició de forma inesperada, cuando casi no confiaba en que esa alegría llamara a mi puerta.
Fueron años duros. Muy duros. Años de pinchazos y desesperos en los que mi vida se contaba por ciclos de 28 días. Años de montañas rusas, de dolor y de un vacío que me devoraba. Y esas dos rayitas lo cambiaron todo. Y transformaron el dolor en emoción. Y miedo.
Miedo tremendo a que todas las hormonas que me había inyectado dañaran su milimétrico cuerpo. Y tomé la determinación de que haría todo lo posible para eliminar los tóxicos de su vida.
Os juro que jamás imaginé que más allá de los parabenos había tantos tóxicos dañinos. Tóxicos que confundían sus hormonas, capaces de mutar el ADN, capaces de causar TDHA y otros trastornos del comportamiento, malformaciones fetales, feminización de rasgos en niños, pubertad precoz en niñas, hipotiroidismo, obesidad, diabetes, infertilidad, cáncer…
Y, por supuesto, no pensé en encontrar tóxicos en los alimentos infantiles, en los biberones, en la ropa de bebé, en sus pañales y sus cremas, en sus juguetes y en sus mantitas.
Si hace ocho años me hubieran dicho que las muestras que me daban en el ginecólogo estaban repletas de tóxicos no lo hubiera creído.
Si hace ocho años me hubieran jurado que los cosméticos infantiles que venden en las farmacias no son buenos para los bebés hubiera pensado que eso no es posible. Que el Estado jamás permitiría que se vendiera algo malo. Que quienes decían eso veían gigantes en meros molinos, que estaban locos, idos, tarados o que querían sembrar dudas, hacer daño.
Yo, que coleccionaba perfumes desde que tenía uso de razón y gastaba lo que no estaba escrito en cosmética de alta gama para recuperar mi piel de mala calidad. Yo, que disfrutaba de un día de compras como si no hubiera mañana, yo, que vivía pensando en mi vacío ombligo día tras día…
Mi mundo era distinto hace ocho años. Yo era otra persona. Más crédula, menos consciente, menos poderosa, más maleable e insegura. Me creía los anuncios y me sentía una mierda cuando sus promesas no se cumplían. Creía que mi vida sería mejor sólo por tener lo que salía en anuncios y revistas. Pero no. Mi vida seguía siendo igual de triste y estaba igual de perdida. Y eso era lo peor.
Que a este lado del mundo, con todas nuestras necesidades primarias cubiertas, no seamos capaces de bailar cada día de alegría es una auténtica desgracia. Hasta que te pasa algo gordo de verdad.
Hasta que un puto cáncer se lleva a tu padre de un día para otro.
Hasta que te dicen que jamás serás madre biológica.
Hasta que te diagnostican enfermedades autoinmunes que se va encadenando como si fueras un imán de desdichas.
Y esas dos rayitas en el test de embarazo no sólo cambiaron mi vida, sino que cambiaron la persona que era para siempre.
Siempre me dijeron que todo pasa por algo. Y jamás entendí esa imbecilidad. Hasta que vi esas dos rayitas. Hasta que empecé a investigar y decidí no quedarme callada. No encogerme de hombros, no seguir la corriente y contarte todo lo que descubría. Sin pelos en la lengua, sin obedecer otra voz que la de mi conciencia.
Y entendí que si Leo hubiera llegado a mi vida sin más, jamás habría salido de ese letargo de anuncios y revistas, de luces de neones y de cosmética de planta baja de grandes almacenes.
Y tú diras ¿por qué me cuenta todo esto Nina?
Pues porque esas dos rayitas fueron el inicio de todo y hoy quiero volver a ese momento con todo el conocimiento que tengo siete años después. Y quiero contarte todo lo que habría hecho desde el primer momento si la Nina de hoy pudiera hablar con la de entonces.
Pero como no me es posible hablarle a ella, hablaré contigo. Con la mujer que espera ser mamá dentro de poco. Con la que planea tener un bebé. Con la que ya lo tiene o con la que lo tuvo hace tiempo. Da igual. Siempre, siempre estás a tiempo de dejar los tóxicos a un lado, de cambiar de hábitos y llevar una vida más consciente y saludable.
Porque hoy empezarmos una serie de artículos en los que os vamos a hablar de marcas y productos sensacionales para vosotras, para vuestros peques en camino o recién nacidos. Y, como siempre, os diremos los que pueden ser usados por toda la familia.
Pero antes de empezar con este especial de cosmética natural para el embarazo queremos hacer una advertencia.
Nosotras cuando hablamos de tóxicos acudimos a científicos de prestigio que publican en las revistas de medicina más rigurosas. No acudimos a cualquier mema que ha escrito un libro de dudoso rigor científico (y ausente de todo rigor moral). No miramos lo que dicen los blogs, ni las revistas ni los periódicos. No miramos lo que las marcas nos dicen sobre sus productos (excepto el INCI, él nunca miente). No nos paga nadie para hacer un estudio sesgado o para extraer unas u otras conclusiones.
Miramos en PubMed y otras publicaciones científicas como Nature o Scielo, buscamos lo que dice la UE sobre los tóxicos, leemos artículos de IARC o las publicaciones del REACH. Y siempre ponemos los links a los artículos científicos que recogen lo que decimos, porque no nos lo sacamos de la manga y vamos a la fuente más autorizada en cada caso, como el Doctor Nicolás Olea en caso de disrupción endocrina. Porque creemos que es lo que hay que hacer.
Porque si quieres saber cómo curar un cáncer de mama vas a un oncólogo especialista en cáncer de mama. No a uno especialista en cáncer de colon. Ni vas a un dermatólogo. Ni mucho menos a un estudiante de medicina. Ni a un farmacéutico. Tampoco lees un blog de una mujer que tuvo un cáncer de mama. No le preguntas a tu vecina por una receta casera para eliminar el cáncer, ni vas a un herbolario a que te lo curen.
Cada cosa en su sitio.
Y así es como lo hacemos en Orgànics Magazine. Y no. No somos objetivas, en absoluto. No somos científicas ni estamos haciendo un estudio revisado por pares. Esos son los estudios en los que nos apoyamos siempre partiendo de una base sumamente sesgada: que nuestros genes no se han vuelto locos y que el hecho de que uno de cada dos hombres tendrá un cáncer en su vida y una de cada tres mujeres pasará el mismo trance se debe a otros factores. Que el 15% de los niños tienen dermatitis atópica y no es por evolución genética, que no es porque vivimos más que uno de cada 150 niños que nace en España tiene autismo (con un incremento del 78% en los últimos 10 años, aunque nada comparable al 2% de incidencia estadounidense que llega al 5% en algunos estados), o que nada tiene que ver el TDAH que se sitúa en un alarmante 3-7% en España.
Para nosotras la respuesta está en los tóxicos que nos rodean día a día. Tanto los reconocidos por la UE (por favor visita este link , no tiene desperdicio), como los no reconocidos como tal por la UE (aunque cada vez son más conscientes de la necesidad de actuar contra ellos).
Así que mañana mismo empezamos con este súper especial en el que vamos a hablar de todo.
Palabra.
Mañana sin falta.