Un día te despiertas y de golpe, como si de una Epifanía se tratara, te das cuenta de que ha llegado el verano. Da igual si el Solsticio nos ha anunciado la llegada de la nueva estación, o si los anuncios, desde mucho antes, nos advierten que ‘Ya es Verano’. Tú, ese día te levantas con la vena veranera y necesitas sol, playa, montaña o piscina, sí o sí, pero te das cuenta de que ¡oh terror! no te has depilado, el bikini de la temporada anterior tiene las gomas pasadas y los solares están caducados. Si eso te pasa año tras años, os hacemos un recorrido por el sol y la protección solar ecológica para que conozcas un poco más sobre los rayos solares y cómo elegir una protección solar ecológica adecuada.
Como hemos dicho, los solares caducan de año en año, pesar de que muchos de ellos llevan parabenos (si es que aún usas esos potingues) y los parabenos impiden la proliferación de bacterias en nuestros cosméticos, en los solares sí tenemos que hacer caso de la fecha de caducidad (y si son ecológicos mucho más). No sólo porque debido a su formulación en la mayoría de ellos se separan los componentes, los aceites se enrancian y dejan de oler tan deliciosamente a batido de coco (uno de los aromas más recurridos de los solares) sino porque, y esto es lo más importante, pierden su efectividad.
Así que con los solares nos toca desprendernos de los que no hayamos usado porque ya NO sirven. Además, los solares ‘convencionales’ llevan ingredientes que no conviene poner sobre nuestra piel fuera de fecha… o, mejor dicho, que no conviene poner sobre nuestra piel y punto. Pero ¿qué tal si empezamos por el principio?
El sol y la protección solar ecológica
[adicional text=»El uso de cabinas de rayos UV antes de los 35 años incrementa el riesgo de tener un melanoma maligno ¡en un 75%! La OMS recomienda el uso de estas cabinas sólo con fines terapéuticos, para tratar determinadas afecciones de la piel como psoriasis, pero nunca con fines estéticos ¡el riesgo es demasiado grande!»]
Que nuestro organismo necesita el sol para vivir es evidente. Gracias a él podemos formar la vitamina D necesaria para que el calcio se fije en los huesos. El disco solar nos da calorcito, nos pone de buen humor y ahuyenta el fantasma de la depresión (en los países nórdicos la falta de luz les provoca desordenes sicológicos que, en muchos casos, se curan con lamparitas de luz), por no hablar del aspecto sanote que nos da y lo beneficioso que es para la piel en pequeñas dosis, como todo en esta vida.
Atrás quedaron esos tiempos en los que la blancura de la piel permitía ver las venas de los nobles y así decir eso de ‘es de sangre azul’, mientras los de las clases más bajas se tostaban trabajando al sol. Desde finales del siglo XIX se comenzaron a hacer populares los baños de sol como sinónimo de ‘buena vida’. Ya en el siglo XX esos ‘baños de sol’ se convirtieron en ‘tsunamis de sol’. Tanto es así que la mismísima Coco Chanel revolucionó la sociedad francesa tras volver doradita de unas vacaciones en la Rivière.
Así hicimos uso y abuso de la playa y, mientras requemábamos nuestra piel, el encandilamiento por nuestro poder creador hacía un boquete en la capa de ozono. ¿Resultado? Hoy tenemos mil marcas diferentes para elegir productos que nos defiendan de los rayos solares y graves consecuencias negativas para quienes no se protejan de ellos.
Tipos de rayos solares
Podemos distinguir dos tipos:
– Rayos ultravioleta, más conocidos como UV: éstos a su vez se dividen en tres tipos.
- Rayos UVA: Tienen una longitud de onda de 320-400 nanómetros. Atraviesan la epidermis y llegan hasta la dermis (capa más profunda de la piel), produciendo el bronceado y el envejecimiento prematuro. Además son alérgenos y los causantes de muchas de las alergias solares. [relacionado]
- Rayos UVB: Su longitud de onda es de 290-300 nanómetros. Sólo llegan a la epidermis (capa más superficial de la piel) y son los principales causantes de las quemaduras y los cánceres cutáneos. Son filtrados en parte por la capa de ozono. En la parte positiva son los que nos permiten realizar la síntesis de vitamina D.
- Rayos UVC: Son los de mayor energía. Su longitud de onda está entre 200 y 290 nanómetros. Son muy peligrosos para la salud y pueden causar importantes lesiones como la ceguera. No llegan a la Tierra al ser retenidos en su totalidad por la capa de ozono.
– Infrarrojos: emiten la radiación en forma de calor. Producen sobre la piel la sensación térmica, como las lamparitas que nos ponen en el fisioterapeuta. Hasta hace poco se desconocía la importancia de protegernos de este tipo de rayos para evitar quemaduras, pero hoy en día son muchos los estudios que avalan la necesidad de protegernos de ellos y la dificultad de hacerlo a través de los solares actuales.
Lo que está más que claro es que abusar del sol hoy es exponer a nuestra piel a un envejecimiento prematuro y, sobre todo, a que en unos años aparezca un cáncer de piel, párpados o labios. De hecho la OMS calcula que el 90% de los casos de melanoma (el cáncer de piel más común) se debe a la radiación solar natural o a los rayos UV (los de las cabinas).
De hecho el uso de cabinas de rayos UV antes de los 35 años incrementa el riesgo de tener un melanoma maligno ¡en un 75%! La Organización Mundial de la Salud recomienda el uso de estas cabinas sólo con fines terapéuticos, para tratar determinadas afecciones de la piel como psoriasis, pero nunca con fines estéticos ¡el riesgo es demasiado grande!
Para compensar los estragos de la radiación solar, nuestra naturaleza nos ha dotado de una defensa natural llamada melanina, un biopolímero (proteína) que se genera cuando el sol incide en nuestra piel y transforma la radiación UV en calor. Esta proteína es oscura y de ahí que nos pongamos morenos.
Cuanto más tomamos el sol, más melanina segregamos (dependiendo de nuestro fototipo) y más protegidos estamos. Pero la melanina no es capaz de transformar todos los rayos UV que inciden sobre nuestra piel, y menos con el agujero de la capa de ozono, capa que retiene el 90% de los rayos ultravioleta y sin la que no sería posible la vida en la Tierra.
Es más, desde 1979 en nuestra latitud la incidencia de los rayos UV ha aumentado un 5%, pero en zonas como Australia el incremento ha sido de casi el 15% y en la Antártida del 25%, según datos de la NASA. Por todo eso es necesario utilizar barreras adicionales para protegernos del sol, además de consumir grandes cantidades de vitaminas A, C y E que se degradan rápidamente cuando tomamos el sol pero son una protección muy efectiva contra los rayos Ultravioleta y contra los IR.
Pero lo peor de los estragos causados por el sol es que no se detectan de inmediato. Pasan entre 10 y 50 años hasta que los daños aparecen en forma de envejecimiento prematuro en el mejor de los casos y de melanoma en el peor.
¿Qué protección solar necesito?
Lo primero que debes saber es cuál es tu fototipo. Sabemos que esto está muy visto, pero os ponemos el cuadrito por si hay algún despistado…
Además de tu fototipo tienes que tener en cuenta otros muchos factores: las horas en las que la radiación solar es más alta para evitar tomar el sol en esas horas. Tu piel te lo agradecerá en el futuro. El momento de mayor incidencia son entre las doce de la mañana y las cuatro de la tarde, para que os hagáis una idea, a las doce del mediodía la tasa es 8 o 9 veces mayor que a las 9 de la mañana.
Si quieres saber cuáles son las horas de mayor índice de radiación UV y no tienes reloj ni móvil cerca te doy un truco: ponte de pie y mira tu sombra. Si ésta es más corta que tu altura, la radiación es máxima y no deberías tomar el sol más que unos minutos, si por el contario es igual o más larga que tu sombra no estás en las horas de mayor índice de radiación ¡pero eso no significa que no te pongas solar o que te duermas al sol!
Es muy importante comenzar los baños de sol con factores de protección altos y exposiciones cortas (sí, ya sabemos que es un rollo ir a la playa con todos los bártulos y para estar un ratito nada más, pero es por tu bien futuro). Conforme nuestro organismo vaya segregando melanina podremos estar más rato al sol. Es decir, cuando estemos algo morenitos podemos estar un ratito más.
Las panzadas familiares de sol a sol con comida incluida deberían estar penadas por ley. Y eso que en nuestra familia plantábamos la sombrilla a la una y no nos íbamos hasta que se adormecía el sol…, pero era otra época, eran tiempos de mayor desconocimiento y de eternos veranos azules…
También hay que tener en cuenta dónde estás, si en la playa o la montaña, ya que cuanto más alto, más incide los rayos UV. Por haceros una idea cada 1.000 metros se incrementa un 10-12%, así que en la montaña es más necesaria una protección más alta que a nivel del mar.
Y por latitudes cuanto más hacia el ecuador más incidencia solar también porque los rayos son casi perpendiculares a la tierra, así que si tomas el sol en la zona norte de España a nivel del mar, necesitas menos protección que si lo haces en Cádiz o, por supuesto, en las Islas Canarias.
Y si eres de las que le gusta estar en el agua, pues ahí también nos llega hasta el 40% de los rayos solares, según la OMS, mientras que la arena de la playa refleja hasta un 15% de la radiación, la hierba o el suelo menos de un 10% y bajo la sombrilla ¡nos llega hasta un 50% de radiación! Si hablamos de la nieve ésta refleja el 80% de los rayos que recibe, añadida a la que nos viene directamente del sol ¡así se entienden esos quemazos en pleno enero!.
La ropa también nos protege de las radiaciones, pero no tanto como pensamos. Si estamos en la playa con una camiseta puesta, ésta sólo nos actúa de FP entre 4 y 7, según la tesis de la doctora Inés M. Algaba. Así que si piensas que te puedes poner una camiseta y ponerte a jugar tu partido de vóley playa sin quemarte… piénsalo de nuevo.
Por supuesto la alimentación también influye. Las personas que incluyen grandes cantidades de caroteno en su dieta (zanahorias, calabaza, albaricoques y otros alimentos color naranja), así como el licopeno del tomate, están más protegidas, ya que el primer grupo estimulan la producción de melanina y los segundos previenen los daños causados por los rayos solares según un estudio de las Universidades de Newcastle y Manchester.
Como veréis son muchos los factores que tenemos que tener en cuenta a la hora de exponernos al sol:
- Nuestro fototipo: si tu piel es blanca o morena
- La geografía: Si vas al Norte o al Sur.
- Orografía: si estás en la playa o en la montaña.
- Clima: si estás en verano en la playa o en la nieve en la montaña.
SPF nunca por debajo de 15 ni por encima de 50
Teniendo todo esto en cuenta puedes calcular el FP que necesitas… Nunca por debajo de 15 ni por encima de 50. Aunque en muchos países, como Australia (donde más les afecta el agujero de la capa de ozono), hay cremas con factor solar 100…
Pero cada vez se desaconseja más usar cremas con factores por encima del 50 ¿por qué? Por la irreal sensación de seguridad que nos da: nuestro cerebro piensa “si salgo de casa sin nada y puedo estar media hora andando por la calle sin quemarme, con factor 50 puedo estar 25 horas al sol, y con un factor 100 media vida”… pues no, esto no es una regla de tres.
Las cremas solares se degradan rápidamente en nuestra piel por lo que hay que reponerla asiduamente y poner una buena capa. Siempre somos de las que pensamos que determinadas marcas quieren que compremos y gastemos rápidamente con esas rutinas largas, pero en solares… ¡tienen razón!
De nada sirve ponernos una crema con factor 50 si para todo el cuerpo usamos la cantidad de producto que nos cabe en la cuenca de la mano. Ni que decir tiene que una crema de factor 100 es como una crema factor chorropotocientos: a partir de 30 las diferencias de protección son mínimas y poner en el bote que una crema tiene un factor 100 no es 10 veces un factor 10. Con el sol las matemáticas no existen.
Un factor 100 está mucho más cerca del factor 50 que de 10 veces 10. Por eso hay un concepto erróneo cuando se habla de cremas de pantalla total. No es que éstas nos bloqueen todos los rayos, sino que bloquean una parte de todos los tipos de rayos UV (UVA, UVB).
Las cremas solares ecológicas: un aliado imprescindible
Además de todas las barreras que hemos comentado, la cosmética ha puesto a nuestro alcance unos valiosos escudos en forma de crema que en los últimos años ha experimentado un florecimiento debido a la preocupación social y médica por los daños solares y a la necesidad de hacer frente a sus estragos, no sólo cuando tomamos el sol sino en cualquier situación.
Por eso tenemos desde las típicas cremas solares con olor a coco para la playita hasta cremas hidratantes faciales para llevar todo el año, maquillajes, BB Creams, lociones, hidratantes con color, leches corporales, labiales, polvos sueltos…
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En pocos años ha habido una eclosión de este tipo de productos y cada vez hay más dudas sobre determinados ingredientes. Además de lo que hablamos de los certificados ecológicos en otros artículos y los ingredientes que no permiten, vamos a hablar de los compuestos más polémicos que debemos evitar (si es que no compramos una crema ecológica).
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Recuerda que si tienes un bebé de menos de 6 meses no debes ponerle crema solar. Los ingredientes de las cremas solares, incluso de las ecológicas, no deben aplicarse en bebés ya que muchas de ellas contienen alérgenos importantes. Pero la razón más importante es que los bebés pequeños nunca deben tomar el sol directamente (y cuando hablamos de tomar el sol nos referimos a un día de playa, no a un importantísimo y beneficioso paseo por el sol), sobre todo en las fontanelas (recordad que el sol nos ayuda a fijar el calcio en los huesos y estas zonas son blanditas). Si tenemos a nuestro bebé bajo la sombrilla, vestidito y con un gorrito apenas le evitamos el 50% de la radiación. Eso está genial para ir de paseo, ya que la radiación que le llega al bebé es menor y el sol aporta muchísimos beneficios pero NO debemos llevarnos a nuestro bebé a pasar un día de playa.