Historia del pintalabios: uno de los cosméticos más tóxicos

Mercurio, plomo, colorantes azoicos, siliconas… Los labiales que usamos a diario son unos de los cosméticos más tóxicos de todos los que usamos, sobre todo porque están en una zona donde el acceso a nuestro cuerpo está garantizado ¡es una entrada sin barreras! En este artículo vamos a hacer un recorrido de cómo los labiales se han convertido en un símbolo de glamour y de cómo, incluso, se han usado como un arma en tiempos de guerra.

Pero empecemos por el principio.

Según la Wikipedia (sí, vale, no es la Biblioteca de Alejandría ni el National Geographic, por eso lo ponemos…), las mujeres nos pintamos los labios desde hace 5.000 años, cuando en la antigua Mesopotamia se trituraban piedras semipreciosas y se ponían en los labios. Cuenta la Historia que Cleopatra pintaba sus labios con una mezcla de escarabajos carmín triturados, que tenían un pigmento rojo profundo, y hormigas para la base, ingrediente principal no muy distinto del que se utiliza en la actualidad para los tonos rojos: la Cochinilla (sí, os remito de nuevo a nuestro artículo sobre colorantes).

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El embelesamiento que ejercía la barra de labios ha sido tal en la historia que en 1770, el Parlamento Británico aprobó una ley que condenaba el lápiz labial, declarando que «las mujeres culpables de seducir a los hombres en el matrimonio por un medio de cosméticos podría ser juzgado por brujería». De hecho en el siglo XIX sólo las mujeres de mala vida y las actrices llevaban los labios pintados, no era algo que las mujeres pudorosas debieran llevar.

Ya en el siglo XX las mujeres comenzaron a pintar sus labios tímidamente y Elizabeth Arden y Elena Rubinstein abrieron sus primeros salones de belleza, reservados sólo a las clases más altas de la sociedad. Durante la década de los años veinte, la industria cosmética experimentó un gran impulso en Estados Unidos.

Tanto es así que se calcula que en estos diez años se vendieron un total de cincuenta millones de labiales. La industria cosmética se convirtió en la cuarta más próspera de toda USA, tras la industria de los coches, el cine y los licores. Su éxito era tan apabullante que en los años treinta la revista Vogue ya calificó al labial como un «item definitorio del siglo XX». De hecho, durante la Gran Depresión fue la única industria que se mantuvo a flote.

Pero no fue hasta la II Guerra Mundial que el lipstick se convirtió en una de las armas más importantes para los Estados Unidos. Quizá esto haya pasado desapercibido para la Historia de la humanidad pero la importancia del ánimo en la batalla es crucial para ganar una guerra. Y durante la gran guerra las mujeres cumplieron dos papeles vitales y bien diferenciados.

Por un lado ante las bajas y la duración de la contienda, las mujeres se enrolaron en la Marina. ¿Cuál diríais que era el objeto que siempre llevaban consigo? No era una foto, ni un camafeo. Era un pintalabios. El gobierno no sólo no veía con malos ojos el uso del pintalabios por parte de las mujeres, sino que alentaba su uso para que éstas se diferenciaran de los hombres (sin llegar a ser excesivamente sexys…).

Tanto es así que las mujeres de la Marina tenían una barra de labios oficial, el llamado «Rojo Moctezuma», que iba a juego con su traje. Imaginad la importancia que un puñado de militares concedería a ese diminuto objeto para convertirlo en parte de la indumentaria oficial…

El otro papel vital era el de las mujeres que se quedaron en tierra. En una tierra casi desprovista de hombres. Allí las mujeres tuvieron una misión doble: apoyar a la industria comprando lápices de labios y mantenerse al pie de cañón. No sé vosotras, pero nosotras con unos tacones y los labios pintados nos comemos mundo. Y eso hicieron las mujeres que se quedaron en tierra cuidando de un país en el que no llovía hombres…

La industria del cine y las Pin Up por su parte contribuyeron a levantar el ánimo de las tropas. Mujeres bellas (y buenas, la moral ante todo) con los labios pintados ayudaron a los combatientes a recordar por qué luchaban, evocando a través de esas hermosas mujeres a sus madres, hermanas, hijas…

No en vano, las publicidades de la época animaban a las mujeres a usar la barra de labios y mantener su belleza casi como un deber patriótico. Y las mujeres estadounidenses recogieron el guante y aceptaron el reto.

Por lo que respecta a Europa, desgraciadamente en materia de cosmética siempre hemos estado a la sombra del gigante estadounidense. De hecho el primer labial que se fabricó en España de forma comercial se hizo ¡¡en 1922!!, y fue el Milady, de Puig.

Durante los años cincuenta y tras las alegrías de la II Guerra Mundial (para los labiales, ¡eh!), se producen muchas reivindicaciones sobre la salud y la seguridad. Se deja de poner excrementos y escamas de pescado en los labiales (¿o cómo creíais que se les daba ese tono blanco o nacarado?), y se sustituyen por dióxido de titanio y mica. No es hasta 1973 cuando la FDA estadounidense determina que los labiales han de llevar el listado de ingredientes ¡en los años setenta!

Desde entonces la industria cosmética ha experimentado un desarrollo exponencial, al igual que las reclamaciones por los supuestos ingredientes dañinos en los mismos. Si queréis conocer toda la historia de los lápices de labios aquí tenéis el fantástico libro «Reading Our Lips: The History of Lipstick Regulation in Western Seats of Power»

En esta curiosa web podréis ver los datos de ventas cosméticas anuales y por cada segundo. Se calcula que anualmente se venden 850 millones de labiales en todo el mundo, una cifra nada desdeñable, aunque a nosotras nos parece una cifra muy baja…

Os hemos hecho esta extensa introducción antes de hablar de los tóxicos en los labiales para que podáis calibrar la importancia del tema del que hablamos. No es un simple objeto de cosmética, es un símbolo de la feminidad y de patriotismo en el caso de Estados Unidos. Eso por no hablar de su importancia como indicador económico. Tanto es así que Estée Lauder bautizó como el efecto lipstick el aumento de sus ventas en tiempos de recesión económica. La primera vez que se observó este efecto fue tras el crack de la bolsa de 1929. Las mujeres no se podían permitir comprar objetos de lujo y ropa, pero sí un labial. Y el color elegido era el rojo. En época de crisis los fabricantes de labiales rojos se ponen las botas. Somos así de simples los seres humanos. O de complicados.

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Y es que esta industria tan fuertemente arraigada en todos los rincones del planeta es uno de los estandartes del consumismo desaforado y difícilmente vamos a encontrar cortapisas a su expansión. A pesar de los ingredientes que nos cuelan en cada barra. No hablamos de los que están en el INCI…, sino de los que se esconden tras él.

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