La dermatitis atópica es uno de los principales problemas dermatológicos en la infancia, pero muchos de los remedios dermatológicos contienen ingredientes nocivos para pieles atópicas. Bueno, para las atópicas y para el resto de ellas. El grado de intensidad de la misma puede marcar la vida de una familia. En Orgànics Magazine nos habéis relatado todo tipo de casos, desde los eccemas leves en los pliegues de codo y rodillas que, afortunadamente, se subsanan con alguna de las soluciones ecológicas que hemos probado y os recomendamos en la sección Help!, hasta las dermatitis más desgarradoras que más allá de la piel afectan a todo el tejido familiar, sumiéndolo en una espiral de dolor, cortisona y búsqueda desesperada de productos alternativos a los recetados que permitan restablecer la piel y el ánimo. Hoy vamos a hablar de estos ingredientes nocivos para pieles atópicas con más detenimiento:
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Los surfactantes o la farsa del jabón sin jabón
Desde la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) se recomienda el uso de jabones suaves para estas pieles y que se realicen baños de menos de diez minutos y no demasiado calientes (37-38 grados es más que suficiente). Cuando los dermatólogos hablan de jabones suaves hablan de los llamados jabón sin jabón.
Los jabones tradicionales, los de barra de toda la vida, son alcalinos y, dado que nuestra piel es ligeramente ácida, los jabones eliminan esa capa de sebo formada por ácido láctico y lactato que, junto con el agua, forman la llamada barrera hidrolipídica que nos protege de las agresiones externas y de la penetración en el cuerpo de agentes infecciosos. Por eso cuando nos lavamos con un jabón de barra de los de antes notamos la piel más seca y tirante, porque se ha eliminado parte de la capa de grasa que tenemos. Al poco tiempo nuestro cuerpo genera de nuevo grasa para volver a tener la barrera hidrolipídica en su estado normal.
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Ya en el siglo XX se descubrió la forma de hacer jabón sin jabón y nacieron los detergentes sintéticos, también conocidos como syndet. Para limpiar y crear espuma se usaron los surfactantes (la limpieza nada tiene que ver con la espuma, pero el imaginario colectivo inducido por los anuncios televisivos nos ha hecho asociarlo). Uno de los sulfatos más utilizados hasta hace poco era el Sodium Lauryl Sulfate (SLS), era barato y se usaba en casi el 90% de los jabones y geles cosméticos. Lo malo de este ingrediente es que es uno de los irritantes más importantes que hay en cosmética. Su irritabilidad en humanos se da en concentraciones que van desde el 0,1% hasta el 10%, según diversos estudios. Teniendo en cuenta que un champú o gel puede contener hasta el 40% de este surfactante aniónico en diversas concentraciones (que según el propio CIR –Cosmetic Ingredient Review creada por la industria cosmética- no deben exceder el 1%), no es difícil inferir que es un producto altamente irritante (podéis ver todas las formulaciones bases que admite la UE y los límites de cada ingrediente aquí)…
Otros estudios vinculan la irritabilidad que produce en SLS a una baja tolerancia de otros alérgenos usados en cosmética, como los perfumes o el formaldehído. Es decir, que usando productos con SLS no sólo se irrita nuestra piel, sino que, además, hacen que ésta sea más reactiva a otros ingredientes de nuestros cosméticos.
Eso por no hablar de los estudios que vinculan el Sodium Lauryl Sulfate con el cáncer, las nitrosaminas u otros nocivos efectos por ser bioacumulativo.
Es más, dada la altísima tasa de irritabilidad de este compuesto (cuyo uso en productos para bebés está asociado a problemas oculares, incluso ceguera) se utiliza en muchos test de laboratorio como base para saber si otros compuestos son irritantes o no.
Así que, en vista de los resultados de cientos y cientos de estudios, se ha empezado a sustituir el Sodium Lauryl Sulfate por el Sodium Laureth Sulfate (SLES). Un compuesto primo hermano del anterior y algo menos irritante pero (sí, siempre hay un pero), es un producto etoxilado, por lo que está contaminado con Óxido de Etileno, un conocido cancerígeno calificado por la IARC (International Agency for Reseach on Cancer) como carcinógeno para los seres humanos. Además de Óxido de Etileno, los productos etoxilados pueden contener trazas de otros carcinógeno como el 1,4 Dioxano, calificado por la IARC como posible carcinógeno en humanos.
Por eso siempre decimos que hay que leer el INCI. Si estamos de acuerdo en que la piel atópica es una piel extremadamente sensible y con una barrera cutánea débil, es fácil pensar que en ella no deben usarse ni productos irritantes ni productos que al acceder al torrente sanguíneo puedan dañar el interior de nuestro cuerpo. Pues bien, casi todos los champús y geles, incluso los de bebés, incluso los de farmacia, contienen SLS o SLES (que muchas veces se confunden pero no son lo mismo). Estas son sólo unas pinceladas de la cantidad de estudios que que vinculan a los SLS y SLES y demás sulfatos con muchísimos problemas de salud. De hecho, algunos dermatólogos de la propia AEVD apuntan que las pieles con DA no hay que lavarlas con jabón, sino sólo con agua y usar el jabón para las zonas íntimas, axilas y pies, ya que retirar constantemente la grasa de nuestro cuerpo provoca un stress a nuestra piel y, en casos de pieles atópicas cualquier trabajo extra es mucho…
Así que si tienes la piel sensible no te fíes de las etiquetas que dicen ‘sin jabón’ porque tras ellas, en casi todos los casos, se esconde algo peor.
La hidratación es la esencia de la belleza
Emulando a Zoolander, una de las primeras cosas que se dice para las pieles atópicas es la necesidad de hidratación, ya que su importancia es vital para evitar la aparición de costras. Pues bien, en este tema os remitimos a nuestros artículos donde entramos en profundidad en el tema de los aceites minerales, siliconas y PEG. Aunque los resumimos mucho, muchísimo.
Tanto los aceites minerales como la mayoría de las siliconas y los PEG son derivados del petróleo refinados una y mil veces. Lo malo es que son aislantes y, si bien impiden que determinados patógenos accedan fácilmente al torrente sanguíneo, también impiden que la piel ejerza sus funciones de intercambio, que elimine las toxinas y que tome lo que necesita del exterior. En pocas palabras impedimos que una piel dañada se autorregule hídrica y térmicamente.
Con muchas cremas que contienen parafina, aceite mineral, vaselina u otro de los cientos de ingredientes similares derivados del petróleo ofrecen la falsa sensación de hidratación y crean una preciosa capa sobre la misma satinada, suave, brillante y jugosa que la interpretamos como hidratación. Sin embargo los aceites minerales hacen totalmente lo contrario, ya que envuelven la piel con una finísima capa plástica que extrae la humedad del interior y la saca a flor de piel, al tiempo que disuelve los aceites de nuestra propia piel. Por eso cuando nos ponemos un aceite de bebé se nos queda esa piel tan suave y jugosa. Sin embargo, al dejar de usar estos productos vemos la realidad: nuestra piel está completamente deshidratada y ¡echamos más cremas con aceite mineral y parafina para hidratarla de inmediato! Seguro que os ha ocurrido con los bálsamos labiales. Te lo pones y notas los labios jugosos y perfectos. Cuando se va el bálsamo los labios los notas resecos y corres a ponerte más labial. Muchas veces te preguntas ¿cómo puedo tenerlos tan cortados si no paro de hidratarlos? Si te ha pasado eso alguna vez mira el INCI y encontraras la respuesta en forma de hidrocarburo.
Otra de las cosas que nos alarma es el hecho de que los PEG (los polietilenglicoles, también conocidos como siliconas solubles, aunque químicamente no lo sean) que se usan en casi todos los productos cosméticos hacen la piel mucho más permeable. Es decir, facilitan la entrada de otras sustancias. Si viviéramos en un mundo en el que el medioambiente estuviera repleto de sustancias beneficiosas, esta sería una gran noticia. Pero como no es el caso, con los PEG permitimos que todos los tóxicos de los cosméticos y del medio ambiente entren en nuestra piel. En el caso de las personas afectadas por Dermatitis Atópica es mucho más grave, ya que tienen un elevado riesgo de alergias e infecciones dado que su barrera cutánea tiene filtraciones per se, y lo que menos necesitan es productos que disuelvan su capa hidrolipídica, que la deshidraten y la hagan más permeable a los patógenos. ¡Amén del envejecimiento prematuro que esta deshidratación conlleva!
Pero todo esto no lo digo yo. Una de las principales eminencias en el campo de la alergología del siglo XX como fue el doctor Theron Randolph quien ya en la década de los cincuenta advirtió sobre los peligros del uso cosmético de los aceites minerales. A él se le debe uno de los primeros estudios sobre la sensibilidad química y en él apuntó que los derivados petroquímicos pueden causar sensibilización hacia otros compuestos derivados del petróleo. Con su uso prolongado produce reacciones alérgicas que pueden llegar a ser muy graves, así como artritis, migraña, hiperactividad, epilepsia y diabetes.
Eso por no hablar de que estos derivados del petróleo pueden estar contaminados con Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PHA’s), conocidos carcinógenos, mutágenos y teratógenos.
Y lo peor de todo esto es que casi todos los productos de farmacia y medicinas que se venden para pieles atópicas y sensibles están formulados con bases de aceites minerales, parafinas y demás derivados del petróleo. Los mismos con los que se hacen sustancias tan dispares entre sí como incompatibles todas ellas con el cuerpo humano (gasolinas, plásticos, siliconas, pinturas, disolventes…).
Otros ingredientes no debe llevar vuestra cosmética si tenéis dermatitis atópica (no debería llevarlos nunca, pero si sufrís DA mucho menos) son los perfumes. Pero como no podía ser de otra forma, también os ofrecemos soluciones ecológicas para tratar la dermatitis atópica y alejar el fantasma de la cortisona y del dolor. El segundo siempre terrible y el primero, a veces, el menor de los males.