Con motivo de la semana de la Fashion Revolution os contamos los 1001 tóxicos de fast fashion que te llevas cuando decidimos comprar una camiseta de cinco euros (vale, igual no son 1001, contados, aunque no nos vamos mucho, porque se calcula que los disruptores endocrinos usados en la industria sí podrían llegar al millar).
Tras esa camiseta que la sacas de un montón de ropa como quien escarba entre la basura, no sólo se esconde una historia de injusticia social (qué pequeña se queda esa palabra cuando hablamos de estas cosas), sino una parte de la responsabilidad del cambio climático, del empobrecimiento de la biodiversidad y, por supuesto, de desigualdad en el mundo. Un precio muy elevado para sólo cinco euros ¿no?
Con cada camiseta de cinco euros ayudamos a que los grandes y poderosos sean más grandes y poderosos, contribuimos a que cierren las empresas locales, a que los pobres sean cada vez más pobres. Y todo a costa de tu salud. Es un grandísimo negocio.
Pero hoy, lamentablemente, no vamos a daros soluciones y alternativas (eso vendrá después).
Hoy os queremos contar cómo se hacen las prendas que ves colgadas en las tiendas convencionales, ya que la transformación que lleva a una fibra a convertirse en nuestra ropa está plagado de procesos altamente tóxicos para las personas que los hacen y medioambientalmente son muy contaminantes, por no hablar de los residuos que quedan en la ropa y que al final están en contacto permanente con nuestra piel…
Si nos alimentamos de manera consciente y usamos cosmética eco para cuidar nuestra salud ¿por qué luego nos envolvemos en tejidos tóxicos?
Empecemos por el principio: ¿de dónde se obtiene la materia prima de nuestra ropa?
A grandes rasgos podríamos hacer tres grandes grupos de materia prima para la industria textil: de origen natural, proveniente de plantas como el algodón o el cáñamo o de animales como la lana o la seda, de origen artificial a base, principalmente, de celulosa tratada como el rayon o el lyocell y de origen sintético de derivados del petróleo mayoritariamente como el poliéster o la lycra. Luego estaría un cuarto grupo que usaría como materia prima los tejidos inservibles de los anteriores y otros productos no textiles que son los tejidos reciclados. Estos tejidos entran dentro de lo que se llama moda sostenible pero si hablamos de tóxicos son tan tóxicos como el resto.
Si escogemos una fibra natural como por ejemplo el algodón convencional, estaremos escogiendo un tejido elaborado con una de las plantas que más plaguicidas y agua consume durante su cultivo. De hecho se calcula que el 25% de todos los insecticidas usados en el mundo van a parar al algodón que, curiosamente, solo representa un 3% de los cultivos del planeta. Tanto es así que la OMS advierte que tres de los insecticidas más peligrosos son utilizados para el cultivo del algodón y se calcula que el 10% del total de la contaminación del medio ambiente proviene de la industria algodonera. Estos pesticidas llegan penetrar en las fibras y permanenen en ella incluso después de su lavado ¿Alguien le ve sentido? Así que, si como nosotras siempre has pensado que vestir con una prenda 100% algodón era lo más sano del mundo…
Por otro lado, si escogemos la lana estaremos ante la fibra que más contamina en su proceso de lavado ya que después de trasquilar a la oveja, que ha sido tratada con pesticidas para que no coja parásitos, la lana se somete a fuertes lavados con disolventes, algunos cancerígenos y persistentes, para eliminar suciedad, los pesticidas y la lanolina, una grasa que hace que las ovejas no se mojen, pero que si no se elimina el hilado es más dificultoso y por eso los jerseys, al contrario de las ovejas, no son impermeables.
Debido a su mayor número de impurezas las fibras naturales se han de lavar más intensamente que las sintéticas.
Pero no por ellos las sintéticas son mejores. El poliéster es, en sí, el PET diseñado para hilatura. Es decir, si vamos a beber agua nos lo fabrican en forma de botella, pero si lo vamos a vestir lo hacen en forma de bobina. Así que está bien la moda reciclada, pero si reciclas tóxicos, tienes tóxicos reciclados o, como diría Nicolás Olea: «Si reciclas mierda solo obtienes mierda reciclada». El Tereftalato de Polietileno (PET) es un ftalato (aunque concretamente el poliéster es un conjunto de ésteres de ácido tereftálico y alcohol dihídrico).
Hay otras materias primas como el rayón, elaborado a partir de la pulpa de la madera, cuyo origen natural podría ser sostenible y loable, pero los químicos que han de echarle para que no se deshaga y mantenga la consistencia de una tela nos dicen todo lo contrario…
Una vez se limpian las fibras se han de hilar para formar hilos con los que tejer las telas. Para hilar se peinan las fibras, se alinean y se ordenan y para obtener un hilo, en algunos casos se entrelazan varios hilos retorciéndose entre sí.
Como el proceso de hilado es efectuado a mucha velocidad por máquinas especializadas, para evitar que las fibras se rompan son lubricadas con aceites minerales derivados del petróleo contaminantes y algunos de ellos cancerígenos, lo que ha hecho que ahora se usen más los lubricantes sintéticos a base de aceites de silicona que tienen menos metales pesados que los aceites minerales y son más biodegragables.
Cuando ya están los hilos enrollados en las grandes bobinas toca tejer las telas. Este también es un proceso en el que los hilos son sometidos a grandes fricciones dentro de los telares, por ello son encolados. Se les aplica una película para hacerlos más fuertes, deslizantes y suaves evitando así la abrasión.
El tipo de encolado depende del tipo de hilo y puede ser un encolado natural o un encolado con, como no, productos sintéticos. Por ejemplo, los hilos de algodón se suelen encolar con almidón, que es un producto natural que se obtiene de la patata, el maíz o el arroz. En cambio el poliéster se encola con más poliésteres.
Estos productos de encolado forman parte de la tela final y que por ejemplo ¡¡en el caso del algodón pueden llegar a ser de 200 gramos por cada kilo de tela o, en el caso del poliéster, de 60 gramos por kilo de tela!!
Pero aún hay más, en realidad las telas tienen solo cerca de un 60-70% de hilos de la materia prima, en el encolado también se le añaden otros productos como reguladores de la viscosidad como el borax o borato sódico, ésteres de ácido fosfórico para eliminar las cargas electrostáticas y evitar chispas durante su manipulación, conservantes entre ellos biocidas para evitar la degradación del almidón por mohos, por poner algunos ejemplos.
Los tejidos sintéticos llevan menos agentes en el encolado, solo se les añade conservantes para evitar la degradación durante largos tiempos de almacenamiento. Algunos de esos conservantes son altamente perjudiciales como el pentaclorofenol PCP que produce dioxinas sobre la piel y cuyo uso está regulado en la UE pero en otros sitios, de donde seguro proviene nuestra ropa, no.
Estos conservantes se supone que son eliminados de la tela, en gran parte, en el lavado previo al teñido. Las telas se lavan para evitar tintados desiguales, con lo cual estos productos aplicados durante el encolado acaban en principalmente en el agua de lavado que resulta ser contaminante.
Pero eso no nos debe preocupar. Se vierten las aguas en las lejanas India o China y todos sabemos que se quedan allí estancadas… (cartel de sarcasmo) Las telas con encolados no solubles en agua son tratadas con degradados químicos o enzimáticos que generan aguas residuales con una mayor carga contaminante. Os ponemos una serie de documentos de Greenpeace (hacen un trabajo excelente en el campo de los tóxicos) donde se habla de las aguas tóxicas resultantes de la industria textil. Estas aguas, junto con los residuos que dejan nuestras ropas al lavarlas en la lavadora, han hecho que la mayor parte del agua del planeta esté contaminada.
Si las telas no son teñidas, no son desencoladas, y estos productos llegan a nuestra piel. Como ya hemos comentado algunos de estos productos están prohibidos en la UE, pero si es una prenda elaborada fuera de la UE nadie garantiza que esté libre de PCP (pentaclorofenol), por ejemplo. Si de nuevo, como nosotras, creías que las telas sin teñir estaban libres de tanto tóxico…, pues seguro que te quedas con la misma cara que se nos quedó a nosotras…
Y si estás pensando en usar solo telas teñidas para evitar estos conservantes… Quizás sea peor el remedio que la enfermedad… El tintado de las telas es probablemente el proceso más contaminante y perjudicial de toda la industria textil. Una tela pasa por una serie de procesos durante su tintado. Os los resumimos. Porque con esto se nos ha ido la pinza. No os podéis hacer una idea de la cantidad de procesos y químicos que se usan para teñir nuestras prendas que luego se quedan en nuestra ropa, en nuestra piel, en nuestra lavadora, en nuestra secadora, en el polvo de nuestra casa.
No es un problema del tercer mundo. Es un problema del primero, segundo y tercer mundo. Es un asunto global y desalentador.
Como ya hemos comentado antes se deben lavar para eliminar los restos del proceso de encolado, pero, si al final del lavado, la tela resultante no es todo lo blanca que se desearía para que los futuros colores luzcan perfectos, se le somete a un proceso de blanqueado con cloro (altamente contaminante) o peróxido de oxigeno (menos dañino).
También mediante un gaseado y posterior exposición a una llama se retiran todas esas pelusillas o hilos deshilachados que sobresalen de la superficie de la tela y que pueden dar lugar a tintes no homogéneos.
Si la tela al final no se tiñe por querer una tela blanca se le añaden agentes abrillantadores, dando ese brillito o ese “no sé qué” que tienen todas las prendas que son nuevas, ese blanco luminoso de los anuncios de lejías del futuro.
Se calcula que existen más de 3600 tipos de tintes ya que cada tipo de tela requiere de un tipo de tinte, no hay ningún tinte universal que tinte a todas las telas. Los tintes para su fijación en las telas requieren de grandes temperaturas y presiones y no se aplican solos, a ellos se les añaden ácidos, detergentes, emulsificadores, suavizantes… para hacer que el tinte se fije homogéneamente en la prenda, no desaparezca en los primeros lavados, ni con el planchado y no sea degradado por el sol.
Para que los colores vibrantes y oscuros permanezcan en los tejidos se les aplica unos mordientes (que literalmente muerden y atrapan el color en la prenda) y que están hechos a base de metales pesados como el plomo, cadmio, mercurio y cromo… Podéis leer más sobre ellos y las implicaciones de salud que tienen este valiente documento donde se analiza los tóxicos de varias grandes marcas.
Pero no acaba todo con el teñido.
Después de esto se le pueden dar diferentes acabados, por ejemplo añadir suavizantes, agentes bactericidas para cuando se sude la prenda no huela mal, protección antiestática, agentes impermeabilizantes… algunos de estos acabados son altamente tóxicos como los PCFs (perfluororcarburos) que se usan para impermeabilizar las prendas deportivas resistentes al agua o waterproof, estos compuestos PFC no existen en la naturaleza, por lo que son de degradación muy lenta ¡el medio ambiente no sabe cómo deshacerse de ellos! y llegan a la cadena alimentaria de los animales marinos, principalmente, y luego a la nuestra.
Muchas de las más famosas marcas de ropa deportiva de montaña y de aire libre se han comprometido a eliminar los PFC de todas sus prendas para 2020 y de otros productos como láminas impermeabilizantes para 2023. Pero de eso os hablaremos en otro artículo.
De hecho en muchas marcas ya se puede ver que sus impermeabilizantes pone libre de PFC’s, lo cual es un gran paso. ¡Búscalos para tu ropa de montaña, son compuestos muy perjudiciales para el medio ambiente y son disruptores endocrinos.
Y hablando de los eternos disruptores endocrinos, Nicolás Olea nos contó en la entrevista que le hicimos hace unos meses que, al contrario de lo que creían, el poliéster en sí carece de actividad hormonal. Pero sí la tienen los aditivos que vienen con él y que no tenemos derecho a conocer cuáles son. Y es que tanto si hablamos de botellas de agua como si lo hacemos de tela para ropa, como ciudadanos nos es imposible saber que componentes lleva esa prenda, más allá del conocido porcentaje de cada una de las telas. ¿Ropa que no se arruga? ¿Prendas que no se manchan? ¿Tejidos impermeables? ¿Ropa con colores vivos hasta el último día? ¿Camisas que no se queman? El precio de todas estas ventajas es muy alto: polibromados retardantes de llama, para que fumes tranquila, perfluorados, como el Gore-Tex, para que puedas cantar bajo la lluvia, formaldehído, para que te libres del martirio de la plancha…Y un largo etcétera de tóxicos que se esconden detrás de la moda.
En serio ¿alguien pensó que una prenda que no se arruga, no se mancha, no se tiene que planchar y no tiene proliferación bacteriana era natural? Sí, nosotras las primeras. Y, una vez más, la industria nos la ha colado.
En este documento os pasamos un montón de información sobre los verdaderos monstruos que viven en los armarios de nuestros pequeños. Y esta vez van disfrazados de Mickie, Cars o Princesas… Es tan interesante como devastador…
El Lyocell, un caso aparte
Hasta ahora os hemos hablado de los tejidos más tóxicos. Pero vamos a hacer un pequeño inciso para dedicarle unos párrafos a otro de los tejidos que desde hace unos años está convirtiéndose en sinónimo de sostenibilidad: El Lyocel.
Además del algodón orgánico certificado (luego os hablamos de él), el lino, bambú, cáñamo y el resto de hilos vegetales naturales y la lana ecológica, para nosotras la mejor fibra de todas es el Tencel o el Lyocel (la primera es la marca registrada y la segunda es el genérico). Por varios motivos: primero porque en su origen ya tiene una intención medioambiental.
El 1988 Cortaulds Reseach buscaba un proceso alternativo para la hilatura de la celulosa vegetal a través de disolventes orgánicos para sustituir la viscosa, cuya producción era elevada en cuanto a precio e insostenible medioambientalmente hablando.
El disolvente usado por Courtaulds en el proceso es óxido de N-metilmorfolina, que al calentarse disuelve la pulpa de madera, luego se le da un baño de coagulación que elimina el óxido. Se lava la fibra y se seca, mientras que el solvente usado se reutiliza, por lo que prácticamente no hay problema de emanaciones ni contaminación.
Además, el proceso para obtener la celulosa en solución con el disolvente es un sistema físico, es decir, no existen productos químicos secundarios que tengan que ser eliminados ni en el hilado ni en el lavado. En este punto radica una de las diferencias importantes respecto de las demás fibras de celulosa regenerada y ya sólo con el lavado el Lyocell es regular, blanco y puro, quizá una de las fibras más puras y menos contaminantes. Mucho menos que el algodón convencional, por descontado.
Las certificaciones
Y una vez más, tenemos que hablar de sellos. Nuestros amigos los sellos. En textil tenemos varios sellos que nos sirven para poder saber si un producto lleva mas o menos tóxicos, es más o menos sano, sostenible, justo, ecológico…
Global Organic Textile Standard GOTS (Alemania)
Es el sello ecológico por excelencia. Afecta a toda la cadena de elaboración y comercialización de textiles realizados con un mínimo de 70% de fibras orgánicas certificadas: desde la post cosecha de la materia prima, confección, etiquetado, importadores, exportadores, mayoristas… se certifican fibras, hilos, telas, prendas de vestir y productos textiles para el hogar… Es decir, no sólo se mira que la prenda final sea ecológica, sino que sea justa y que todo su proceso sea lo menos contaminante posible.
Hay dos tipos de certificación el GOTS grado «orgánico» debe contener como mínimo un 95% de fibras orgánicas certificadas mientras que aquellos con la etiqueta «hecho con material orgánico» deben contener no menos de 70% de fibras orgánicas certificadas
Oeko-Tex 100 (Suiza)
Es más restrictivo que el anterior, también afecta a toda la cadena de elaboración y comercialización pero dando un mayor enfoque a las condiciones laborales de los trabajadores de la industria textil. Las prendas certificadas deben ser un 90% de fibras naturales y un 70% mínimo de fibras ecológicas certificadas. Sí certifica productos de piel y cuero, cosa que GOTS no hace.
Es una de las certificaciones que más se usan en marcas como las de Lidl y Aldi.
Su certificación es más restrictiva según sea al uso de la prenda: para bebes y niños de menos de 3 años, prendas en contacto directo con la piel, prendas sin contacto directo con la piel y materiales accesorios.
También certifica materias primas para usar en la industria textil ecológica como aceites de urdimbre o aditivos
BioRe (Suiza)
Se centra en certificar el algodón proveniente principalmente de India y Tanzania. Las prendas bajo este sello además de algodón orgánico también serán de comercio justo y sin emisiones de CO2 y biodegradables, a parte claro de ser respetuosas con la piel de quien lleve esas prendas.
Textile Exchange (EEUU)
Es una plataforma en la que están las grandes marcas de moda que más algodón orgánico consumen como C&A o H&M. Certifica la cantidad de fibra orgánica que hay en un textil lo que denominan Estándar de Contenido Orgánico (OCS). Certifican tanto el algodón, la lana e incluso las plumas que se usan para hacer ropa, también certifican las prendas de materiales reciclados para saber cuanto de reciclado tienen.
Digamos que es un yo me guiso y yo me lo como con mis normas, pero ya es un importante punto de partida.
El Angel Azul (Alemania)
Este sello alemán certifica principalmente que se cumplan unos criterios ambientales mínimos en el fabricación y posterior uso de la prenda como que no sean fibras OMG, o que las fibras de celulosa sean de bosques sostenibles o que no lleven tóxicos retardantes de llama. No solo certifica fibras y cuero sino todo aquello que está en contacto día a día con nosotros desde muebles a elementos constructivos, papel, toner o electrodomésticos…
Otras certificadoras que certifican ropa o los textiles entre otros productos son la Ecocert francesa, la ICEA italiana, la IMO suiza o la Krav sueca se basan en los criterios de GOTS o de OCS
Como no todo el mundo se certifica, ya sabemos que la industria textil es un poco oscura, algunas marcas optan por firmar el compromiso DETOX de Greenpeace, del que ya os hemos hablado antes. En este DETOX se comprometen a reemplazar los químicos más peligrosos por otros más seguros para el 2020, aunque no se dice nada en este compromiso de las condiciones laborales de sus trabajadores. Para muchas marcas este compromiso es como un lavado de cara, un greenwashing del que no nos debemos fiar demasiado. Pero en moda, donde todo está tan en pañales, un poco es mucho…
Llegados a este punto, quizá te de ganas de tirar la toalla y decir ‘si total, no estamos a salvo con nada que nos pongamos o comamos y no podemos hacer nada por cambiarlo’. Lo cierto es que sí se puede. ¡¡Y mucho!!
Algunas compañías son plenamente conocedoras de todos los tóxicos que se usan en sus prendas. Y les da igual. Otras sólo desean lavar su cara de cara a los consumidores. Otras realmente apuestan por un futuro menos contaminado y otras abren los ojos y se quedan tan sorprendidos como nosotras. En esta web podéis ver un ranking de empresas comprometidas con el medio ambiente, transparentes y que se han propuesto dejar de usar PFC’s en sus prendas en 2020. Algo que parecía lejano pero que tenemos muy cerca ya.
La sorpresa para nosotras más remarcada es el caso de Inditex. Una compañía que estaba a la cola hace años y que en este ranking de Greenpeace (que es de todo menos políticamente correcta) saca una de las mejores notas. Por encima de C&A y al mismo nivel que H&M y Benetton. Sin duda no es la panacea. No son Organic Cotton Colours (para nosotras la marca más limpia y sostenible del planeta -vale, que conozcamos-), pero son las grandes marcas las que pueden marcar la diferencia.
¿Sabes cómo se marca esa diferencia? Con tu compra. Comprando no sólo ropa sostenible sino comprando aquellas prendas de la fast fashion que cumplan con los criterios de sostenibilidad. Nuestro poder es el único que mantiene a las empresas en pie. Y hemos de decirles, de una vez por todas, que ya no somos borregos, que demandamos ropa saludable para nosotros y justa para quienes la tejen. Que queremos el agua y el aire libre de polución y de contaminantes, que no queremos sufrir reacciones alérgicas por el uso de tóxicos en sus prendas y que queremos saber todo lo que lleva nuestra ropa.
Puede que la ropa de la fast fashion sólo te cueste unos euros. Pero su coste sanitario es mucho más elevado (se estiman en más de 31.000 millones de euros anuales en el seno de la UE sólo los derivados de los disruptores endocrinos).
Su coste humano es vergonzoso (de hecho empezamos a preguntarnos en serio ¿quién hizo mi ropa? tras la muerte de 1.138 personas en el hundimiento del edificio Rana Plaza de Bangladesh, cuando se destapó las condiciones de vida de los trabajadores del textil. Condiciones que, hasta el momento, no habíamos podido o querido ver.
Su coste medioambiental es inasumible: aguas contaminadas repletas de disruptores endocrinos, fondos marinos con metros de microplásticos derivados del poliéster, intersex, imposex, desaparición de especies, aire tóxico…
Y todo eso sale de nuestro bolsillo. Con cada compra. Con cada decisión.
Por eso, la próxima vez que vayas de compras pregúntale a la dependienta o dependiente ¿Quién hizo mi ropa?