Hasta hace no tanto, las farmacias eran templos.
Templos de salud, de conocimiento, de respeto por el cuerpo humano y sus procesos. Cuando éramos pequeñas, el dermatólogo nos mandaba fórmulas magistrales y bajábamos a la farmacia con la receta para que nos prepararan una crema única, personalizada. Había algo sagrado en eso. Aquellos tarros de botica alineados en los estantes no eran decoración: eran testigos de una época en la que el farmacéutico era también un poco alquimista, un poco médico, un poco herbolario.
Hoy, las farmacias se han convertido, en muchos casos, en superficies comerciales. Ya no huelen a alcohol ni a romero, sino a perfumes sintéticos y el farmacéutico pasa más tiempo escaneando cajas que escuchando síntomas, formulando… Estudiar cinco años para manejar mejor un cutter que una fórmula magistral.
Y en las estanterías cada vez cuesta más encontrar algo que no venga cargado de siliconas, PEGs, fragancias sintéticas o colorantes artificiales.
Pero hay señales de cambio.
Porque ver una dermatitis tras otra, una piel sensibilizada tras otra, un cuero cabelludo que no aguanta más agresiones… eso deja huella, y lo sé de muy buena tinta. Entre mis lectoras tengo farmacéuticas, doctoras y científicas.
Porque también empieza a haber pacientes que preguntan, que leen etiquetas, que piden opciones naturales.
Hoy quiero volverte a hablar de una de esas marcas que nació con vocación de farmacia aprovechando lo mejor de la naturaleza y la ciencia.
Nos han hecho creer que están separadas, pero de eso nada.
La ciencia se basa en la naturaleza, y la naturaleza es ciencia en estado puro.
No hay contrarios, no hay distintos, no hay nada que contraponer.
Son la misma cosa.
Dr. Konopka’s nace del legado de un médico estonio que abrió su farmacia en los años treinta, en los suburbios de Tallin. Allí, día tras día, preparaba fórmulas con hierbas medicinales para tratar problemas cotidianos: caspa, caída del cabello, arrugas, heridas.
Todo con mezclas naturales, con paciencia y sabiduría.
Tanto creía en sus recetas que en 1938 publicó un libro con sus fórmulas más exitosas.
Un testamento botánico que ha sobrevivido al tiempo.
La historia de este doctor tiene algo de novela. Su farmacia se llenaba desde primera hora de la mañana, y cada crema o jabón que formulaba era probado antes por su mujer, exigente y meticulosa. No había espacio para lo mediocre.
Una de sus creaciones más famosas fue una crema con efecto cicatrizante que contenía extractos de 48 plantas. La llamaban «la crema milagrosa de Dr. Konopka». También desarrolló un jabón antibacteriano a base de acetato de aluminio que tuvo tanto éxito que empezó a venderlo en otras ciudades desde su camioneta.
Pero lo que más le fascinaba eran los aceites.
Desarrolló más de 150 fórmulas, entre ellas el aceite n.º 52, restaurador y nutritivo, y el n.º 37, especial para combatir la caspa y calmar el cuero cabelludo sensible. Esas fórmulas se convirtieron en la base de sus champús y lociones capilares, y el boca a boca hizo el resto.
Décadas más tarde, en 2013, una empresa decidió rescatar ese legado y adaptarlo a la cosmética moderna.
Tres años de investigación y pruebas después, nació la línea actual de Dr. Konopka’s.
Con fórmulas optimizadas, ingredientes ecológicos certificados y el respeto absoluto por las recetas originales.
Hoy, esta marca cuenta con más de medio centenar de productos.
Todos están certificados por COSMOS y avalados por Vegan Society. Nada de ingredientes de origen animal, nada de pruebas en animales. Solo aceites, extractos y esencias seleccionadas por su eficacia y por su historia.
Hay colecciones para todo tipo de piel y cabello, pero también una línea masculina que merece mención aparte. Con extractos de jengibre, ortiga, corteza de roble y menta, sus productos están formulados para fortalecer, tonificar y revitalizar. Aromas potentes, texturas agradables, resultados visibles. Todo bajo esa premisa que a veces olvidamos, o que algunas mentes malintencionadas nos quieren hacer olvidar: lo natural también puede ser eficaz (mucho).
Y esto nos lleva de nuevo a las farmacias. Qué distinto sería todo si volvieran a ser refugio, si pudiéramos entrar buscando alivio en lugar de ofertas.
Si el farmacéutico pudiera recomendar un aceite con 48 hierbas en lugar de una fórmula con siliconas y microplásticos.
Si se devolviera a ese espacio su dignidad original: la de cuidar con criterio.