La Vitamina C es una de las vitaminas más importantes para nuestro cuerpo. Hoy te vamos a contar por qué la Vitamina C es tu mejor aliado este otoño, tanto para tu piel como para el resto de tu organismo.
Pero antes queremos hablar un poco de esta vitamina cuya deficiencia puede causar graves enfermedades.
Por todos es conocido que los navegantes antes del siglo XX enfermaban de escorbuto en sus largos viajes interoceánicos. No fue hasta 1753 cuando el doctor James Lind descubre las propiedades anti escorbuto de los cítricos, aunque desconocía el motivo.
El descubrimiento de la Vitamina C se hizo en 1928, pero no fue hasta 1933 cuando se sintetizó de forma exitosa el ácido ascórbico y, desde entonces, los estudios sobre sus propiedades y dosis adecuadas inundan las revistas científicas y cada vez son más los que advierten de sus muchas propiedades, más allá de ser la vitamina reina contra los catarros.
Lo curioso de la Vitamina C es la actual falta de consenso sobre la cantidad necesaria para nuestro organismo, pero os lo explicamos.
La mayoría de los mamíferos son capaces de sintetizar esta vitamina a partir de diversos nutrientes, como la glucosa, y ‘fabrican’ entre 3 y 19 gramos al día. Sin embargo, el ser humano y otros mamíferos como los cerdos y los monos dejaron de hacerlo hace tiempo (otra de las curiosidades de la evolución), por lo que precisan un aporte externo diario de esta vitamina.
La OMS ha cifrado esta cantidad en unos 75-90mg diarios para los adultos par prevenir el escorbuto, cantidad muy alejada de la que producen otros mamíferos y que es objeto de muchos estudios, máxime cuando ya se sabe que en condiciones de estrés o en procesos de enfermedad los mamíferos consumimos gran parte de nuestras reservas de Vitamina C.
Así ha surgido la idea de ‘megadosis’ de vitamina C, con numerosos científicos defensores de esta teoría en la que se indica que la cantidad fijada por la OMS es muy baja, ya que la Vitamina C se consume rápidamente en procesos oxidativos, entre los que destacan los del envejecimiento, pero también diversas enfermedades, desde una gripe común a un cáncer, pasando por la mononucleosis, la artritis reumatoide o el virus Covid19 que nos trae de cabeza a todos.
¿Sabes qué otro proceso altamente oxidan demanda mucha Vitamina C? El estrés. Ese que está presente en nuestra vida y que se ha colado bajo nuestra piel pasando a formar parte de nuestro día a día. Nos estresamos incluso cuando estamos de vacaciones. Nos estresamos por cualquier motivo. Y ese estrés, ese mecanismo de defensa de nuestro organismo, consume muchos recursos, entre los que se encuentra la Vitamina C.
El debate está abierto mientras los estudios sobre los beneficios de dosis más altas de Vitamina C y los procesos del cuerpo que beneficia se suceden en las revistas más prestigiosas.
Tanto es así, que ya se sabe que una persona tolera una cantidad X de ácido ascórbico en su organismo (la cantidad máxima tolerada se aprecia por tener efectos laxantes), mientras que durante procesos víricos esa misma persona incrementa su tolerancia significativamente sin tener ninguna sintomatología intestinal.
Estos cambios y modulaciones del comportamiento de la vitamina C aún ha abierto más el debate entre la comunidad científica, mientras los suplementos de vitamina C cada vez se alejan más de la Cantidad Diaria Recomendada por la OMS para acercarse más a este nuevo concepto de megadosis de Vitamina C.
Y es que, parece ser que esta vitamina ha sido encasillada como la vitamina de los catarros, pero en su fuero interno esconde muchísimas propiedades de las que la ciencia no está sino empezando a descubrir, como es el caso de la utilidad de esta vitamina para nuestra piel.
Como sabes, la vitamina C es un potente antioxidante y uno de los nutrientes más activos en el sistema de defensa de nuestro cuerpo. En el tejido conjuntivo estimula la síntesis de colágeno y material intercelular, además de estimular el funcionamiento del sistema inmunológico, siendo un potente antiinflamatorio.
También equilibra los procesos oxidativos que son los que, en definitiva, determinan el envejecimiento de una persona. En este sentido cabe destacar los estudios que se han realizado en pacientes fumadores, con resultados prometedores, dada la altísima tasa de estrés oxidativo que tienen las personas fumadoras, otra razón más de peso para dejar ese horrible vicio ¡te envejece a marchas forzadas!
Además de ser un agente quelante de primer orden, es decir, que permite a tu organismo deshacerse de los tóxicos y los metales pesados, algo muy importante si tenemos en cuenta el nivel de toxicidad al que estamos sometidos, un protector contra el daño solar y transportador de electrones (reacción gracias a la cual las células obtienen su energía).
Los estudios no quedan ahí, y son muchos los que hay relacionados de forma positiva con el cáncer, sobre todo cuando hablamos de vitamina C en plasma, es decir, inyectada y no oral, con estudios sobre cáncer gástrico, cáncer de mama de origen estrogénico, cáncer de colon…
Sin embargo, y a pesar de los muchos estudios que apuntan a la utilidad de esta vitamina en dosis mayores de la recomendada por la OMS para evitar el escorbuto (algo ya basta obsoleto) la Organización Mundial de la Salud no se ha pronunciado ni ha modificado estos niveles diarios de vitamina C que siguen manteniéndose por debajo de los 100 mg para un adulto.
Como hemos dicho, la vitamina C es esencial para la producción de colágeno y elastina, sustancias que mantienen la integridad estructural de la piel. Diversos estudios han demostrado que las células de la piel de las personas ancianas contienen menos vitamina C que las células de la piel de la gente más joven. Cuando se agrega vitamina C a las células de la piel de las personas mayores, se aumenta la producción de colágeno mejorando notoriamente la calidad de la piel. La vitamina C tópica previene y disminuye las pequeñas arrugas.
Además, la vitamina C por vía tópica es capaz de reducir el daño causado por los rayos solares e, incluso, por los rayos X, además de inhibir la melanogénesis, es decir, evitar las manchas en la piel.
De esta forma, la vitamina C se convierte en un todoterreno para iluminar, rejuvenecer, tensar y mantener el tono de la piel. Mucho más que un antioxidante del que a penas estamos empezando a conocer todas sus virtudes.
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