Os mostramos la cara oculta del glamour de las pasarelas y las grandes marcas con esta pequeña guía de tóxicos en labiales con la que descubriremos todos los ingredientes tóxicos que se esconden tras el INCI de vuestras barras de labios, glosses y bálsamos hidratantes.
Aunque parezca sorprendente, la mayoría de los labiales, desde los más baratos hasta los más caros, están hechos con similares ingredientes y muchas veces la calidad de los de alta gama no distan de la calidad de los labiales de supermercado, por mucho que nos pese. Antes de empezar de lleno con los ingredientes, vamos a recordar cómo es la piel de los labios y sus características.
La estructura de la piel de los labios
Al igual que pasa con el resto de nuestro cuerpo, la piel de los labios forma un complejo sistema en perfecto equilibrio. Es mucho más delicada que la del resto del cuerpo ya que es mucho más fina (de 3 a 5 capas frente a las 16 que llega a tener en otras partes del cuerpo).
De esta forma, el color que tenemos de los labios no es realmente el color de la piel, sino más bien lo transparente que ésta es, ya que al tener pocas capas lo que les da color en realidad son los vasos sanguíneos que se ven debajo de ésta.
Además, los labios carecen de glándulas sudoríparas y de folículo piloso. De esta forma nuestros labios pueden deshidratarse con más facilidad y están más expuestos a los agentes externos. Lo que sí tienen son glándulas sebáceas, pero mucho más superficiales que las del resto de la piel.
De hecho algunas están tan superficiales que forman lo que se llama las manchas de Fordyce, esas pequeñas manchas y bolitas amarillas que a veces aparecen en la superficie de los labios y que nos vemos cuando sonreímos ante el espejo. Uno de los componentes principales de la piel de los labios es el colágeno y, con la edad, vamos perdiendo ese colágeno y los labios se van afinando y perdiendo turgencia, por eso los labios gruesos son los preferidos por los hombres, porque denotan juventud y fertilidad.
Con esta escueta descripción (al final del artículo tenéis algunos links para ampliar información), podemos ver que la importancia de mantener los labios sanos es doble: por un lado son tremendamente sensibles a los factores externos (viento, sol…), por su fineza y ausencia de glándulas sudoríparas y, por otra, son el vehículo de entrada del sistema digestivo y, por ende, de inmediata distribución al resto de cuerpo de todo lo que ingerimos, tanto lo bueno como lo malo.
Guía de tóxicos en labiales
Y hablando ya de los labiales, tiene más sentido si cabe vigilar lo que ponemos en nuestros labios…, pero no siempre es fácil. A la lista interminable de ingredientes que no debemos poner en nuestros labios (ni en ninguna otra parte del cuerpo), se une un enemigo aliado de la desgana y la desinformación: los INCI minúsculos. Vivimos en una sociedad tan confiada en los poderes públicos que siquiera reparamos en que muchos de los labiales que podemos comprar no llevan el INCI. La Unión Europea establece que todos los cosméticos que se venden en el seno de la UE deben llevar diversas informaciones del productor, del tipo de producto, de los ingredientes, de la duración…, pero si la lista de ingredientes no se puede poner en envases pequeños (decisión que dejan al libre albedrío de las marcas) sólo han de poner unas referencias como estas.
La del dedito en el libro indica que nos remiten al packaging de la marca donde debe figurar el INCI (el retráctil donde van los productos si no lleva caja), el bote abierto como todas sabéis es la duración que tiene el producto tras ser abierto en meses, y el reloj de arena (nueva incorporación) la fecha de duración mínima del mismo, aquí debe venir una fecha completa. Vamos a fijarnos un poco en el primer logo.
Pongamos que nos compramos un labial y vemos que pone el dedito apuntando el libro. Imaginad que ese día estamos pejigueras y le pedimos a la dependienta que nos enseñe el retráctil o donde quiera que esté el INCI. Pongamos que no tenemos memoria de elefante y que, yo qué sé, al cabo de ¿treinta segundos? ya se me han olvidado el 90% de los palabros. Ya estamos fuera de la tienda. Ya no tenemos derecho a saber qué ingredientes lleva el artículo que acabamos de comprar. Si al cabo de dos meses nos diera alergia no tendríamos otra que volver a la tienda con la esperanza de que no hayan tirado la caja y respuesto con otro lote en que hayan cambiado los ingredientes.
Pero es que siquiera es obligatorio publicarlo en las páginas webs. Y si le mandas un mail a una empresa preguntando por el INCI es como decirles «sí, sé lo que es el INCI y os voy a poner a caldo». ¿Y si al cabo de los seis meses de tener el labial en mi casa empiezo a leer sobre un ingrediente presente en los labiales que se ha descubierto que puede ser tóxico?
Vamos que me podemos, y de hecho lo hacemos, comprar un pintalabios que lleve petróleo, siliconas, ftalatos, parabenos, liberadores de formaldehído, trazas de ingredientes cancerígenos, tintes directamente cancerígenos y de dudosa trazabilidad pero en el bar de Pepe no me pueden poner aceite de la aceitera en la ensalada por si las cualidades organolépticas no son las adecuadas.
Resumiendo: nos indigna profundamente que no se ponga el INCI en un labial. Ahora mira los labiales de tu casa. Excepto los que llevan cajita casi ninguno tiene la información de los ingredientes que lleva (oh, sí, adoramos esos de pegatina que se pela y has de leer con una lupa cual Sherlock Holmes). Y no pasa nada.
Ahora, que en el bar de Pepe me pongan el aceite en monodosis con la ensalada o lo denuncio por atentado contra la salud pública, por desobediencia civil y casi por terrorismo moral. Y le cae la del pulpo.
Pues ale, con los ánimos calentitos vamos a ver los compuestos que podemos encontrar de forma común en nuestros labiales tradicionales. Los hemos agrupado por tipos de ingredientes ya que, desgraciadamente, se repiten mucho:
Siliconas:
Las siliconas se han ido incorporando a nuestros cosméticos de forma progresiva hasta poder encontrar productos hechos únicamente de siliconas y conservantes como este primer de Sephora cuya composición son siliconas, perfume y parabenos. Es el cúlmen de lo interte en la piel, un perfecto compendio de tóxicos, un claro exponente de la cosmética actual, de consumo rápido, barato y con cero miramientos hacia nuestra salud. Eso sí, el aspecto que deja en nuestra piel es divina de la muerte.
Las siliconas son muy versátiles y cuando se trata de labiales juegan un papel fundamental. Todas esas texturas de vinilo, esos acabados que no manchan, esos productos long lasting… Las pesadas, o insolubles en agua, tienen la ventaja de que no se van con tanta facilidad y permiten que los labiales persistan un poco más en nuestra piel. No dejan sensación aceitosa en la boca y los labios quedan en apariencia jugosos.
En este labial de Kiko de la colección Digital Emotion podemos ver como se usan varias siliconas en la parte alta del INCI: Caprylyl Trimethicone, Phenyl Trimethicone, Trimethylsiloxysilicate, polypropylsilsesquioxane, methicone, dimethicone…
Todas estas siliconas permiten que sintamos los labios suaves, no pegajosos. Al depositarse en la piel como una suave tela plástica, los recubre y nos da la sensación los protege de las agresiones externas. Además, las siliconas tienen la virtud de actuar rellenando las arrugas (sólo es un efecto visual, por supuesto), pero los labios lucen más lisos y los colores se fijan mucho mejor.
Reconocemos que usar labiales con siliconas deja muy confortables los labios. La cara oculta de esta moneda de plata es que esa misma sensación de confortabilidad y de protección tapona los poros de la piel. Como os hemos dicho antes, los labios no tienen glándulas sudoríparas ni folículo piloso, pero sí glándulas sebáceas que son las que con el sebo que segregan mantienen ese delicadísimo equilibrio de la piel de nuestros labios.
Las siliconas sellan esos conductos y como consecuencia tenemos labios recubiertos por una película plástica que impide que nuestro propio sebo la hidrate. ¿Alguien lo entiende?
A las siliconas tradicionales se han añadido las que se llaman siliconas solubles en agua o siliconas ligeras, los PEG o polyethylene glycol. Estos componentes son más ligeros y se pueden eliminar con mayor facilidad. Son más flexibles y se utillizan para muchos fines en cosmética (como emoliente como emulsificante…). Y tienen dos peligros fundamentales:
El primero es que pueden contener trazas de óxido de etileno y 1,4 dioxano, ingredientes prohibidos por la UE y considerados por el IARC (International Agency for Reseach on Cancer) como carcinógenos (podéis leer un extenso monográfico del óxido de etileno).
Como ya sabéis, el Óxido de Etileno, es un conocido cancerígeno calificado como carcinógeno para los seres humanos. Además de Óxido de Etileno, los productos etoxilados pueden contener trazas de otros carcinógeno como el 1,4 Dioxano, calificado por la IARC como posible carcinógeno en humanos.
Si bien es cierto que estas trazas pueden ser eliminadas mediante un sencillo proceso de vacío, al no estar prohibidas no podemos saber qué empresas las eliminan y qué empresas no. Es más, los grandes laboratorios químicos de cosmética no tienen la trazabilidad de productos que tienen los laboratorios de cosmética natural y ecológica y dudamos que sean capaces de saber si sus PEG contienen trazas de estos agentes cancerígenos.
Más allá de esto, los PEG tienen otro problema: incrementan la capacidad de la piel para absorber otras sustancias. Eso sería genial si todos los ingredientes de nuestras cremas, labiales y demás fueran beneficiosos, pero con la cosmética tradicional no es así, por lo que el uso de productos con PEG hace que nuestra piel absorba mucho mejor todos esos dañinos ingredientes.
Lo curioso del asunto es que los PEG con mayor peso molecular (es decir los PEG más altos) pueden contener más trazas de óxido de etileno y 1,4 dioxano, mientras que los de menor peso molecular contendrían menos trazas.
Paradójicamente, la capacidad de permeabilidad de la piel será mayor cuanto menor sea el peso molecular del PEG, por lo que los ingredientes tóxicos accederán más fácilmente al torrente sanguíneo, y será menor cuanto más grande sea el PEG.
Resumiendo, si un cosmético tiene un PEG alto tendrá más trazas de óxido de etileno y 1,4 dioxano, pero hará menos permeable la piel, mientras que si el número que sigue a un PEG es bajo, su permeabilidad será mayor pero las trazas cancerígenas serán menores. Pues eso, Guatemala o Guatepeor…
Aceites y ceras sintéticas:
Petrolatum, ozokerite, mineral oil, synthetic beeswax, cera microcristalina, vaselina, ceresin… el petróleo se esconde detrás de muchos de los labiales que usamos día a día. Incluso de los de farmacia, sobre todo de los bálsamos labiales. Abajo podéis ver el INCI de un labial de Sephora con diversos derivados petrolíferos:
Y una de nuestras mayores decepciones: el lip balm de Kiehl’s compuesto casi en su totalidad por petrolatum, el más barato de los refinados del petróleo y algunos de los ingredientes de los que hablaremos más tarde:
Pero ¿qué hay de malo en estos ingredientes? Lo primero hemos de pensar de dónde provienen esos ingredientes, es decir, la materia prima. Pues lo volvemos a decir por si a alguien se le ha pasado. La materia prima es ese chapapote que, por desgracia, tuvimos la ocasión de contemplar en las playas gallegas, eso, procesado mil veces con otros químicos, es la materia prima que nos ponemos en la piel.
Eso con lo que se hace la gasolina, los disolventes, los plásticos, las pinturas. Mil objetos cotidianos de uso pero ninguno de ellos compatible con nuestro organismo.
El largo listado de los derivados del petróleo empieza con el número de referencia 763. Y ahí están tooooodos los centenares de derivados del petróleo con todas sus restricciones que podemos encontrar en nuestros cosméticos. Ya sabéis que cuando un producto está encabezado por alguno de estos ingredientes es pura química sintética, pero de la mala (no todo lo químico-sintético es malo).
Pero ¿por qué? En primer lugar porque en esos procesos de refinamiento del petróleo se generan muchas, muchísimas impurezas que ponemos en nuestra piel y, en el caso de los labiales, en nuestra boca.
INCI del Sleek true color con el petrolatum como ingrediente principal
Estas impurezas terriblemente dañinas son los llamados Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (PAH’s) y se encuentran en el petróleo y sus derivados. La IARC los ha catalogado en su mayoría como carcinógenos, mutagénicos y teratogénicos para los seres humanos (Grupo I). Sí que es cierto que estos estudios se han realizado con los trabajadores de diversas industrias que trabajan con estos materiales menos refinados, pero también es cierto que la misma IARC reconoce la existencia de PAH’s en casi todos nuestros cosméticos.
También la EWG los califica como muy dañinos, otorgándoles un 9 de 10 en cuanto a peligrosidad, al igual que la Breast Cancer Foundation, quien advierte de la peligrosidad de estos compuestos (responsables también de que el tabaco sea cancerígeno, puesto que están presentes también en el alquitrán).
Y estéticamente os diremos que son oclusivos y comedogénicos por lo que su uso le hace un flaco favor a nuestra piel. La hidrata en apariencia pero la reseca en realidad. Y luego pasa lo que pasa, que tenemos los labios llenos de pellejitos y nos decimos ‘hay que ver lo que se me resecan los labios cuando no llevo este bálsamo’, y nos lo volvemos a poner. Una y otra vez. Como esa mosca ante el cristal que se da una vez y otra, y otra, y otra. Y la miras y dices ¿pero cómo es que no se da cuenta de que no va a poder salir? Pues eso, labial va, labial viene.
Aceites, mantecas y ceras naturales:
Ahora que os hemos dado las de cal os damos las de arena. Y es que, a pesar de todo eso, los labiales son unos de los productos cosméticos que más ingredientes naturales llevan. Incluso los de cosmética tradicional. Uno de los ingredientes más comunes que se encuentra en los primeros lugares del INCI es el aceite de ricino (castor oil). Y no, no tiene nada que ver con los roedores.
El aceite de ricino, al contrario que las semillas de la planta, no es tóxico y es uno de los mejores aceites para nuestra piel. Su mala fama es debido a que se ha usado durante mucho tiempo como purgante, pero es excepcional para cuidar la piel, incluso las más problemáticas, con eccema, dermatitis, etc. Además confiere brillo y consistencia a los labiales.
Otros aceites que se usan mucho para la elaboración de labiales son el de jojoba, ya que por su composición es uno de los más compatibles con nuestra piel, así como el de girasol y almendras dulces, unos de los más baratos y versátiles del mercado. Avellana, soja, albaricoque, mango, oliva, germen de trigo, coco, y, desgraciadamente, palma…, la lista es casi interminable.
Vamos a detenernos un poco en el aceite de palma. Este ingrediente se ha convertido en un pequeño indicador de la ecología de las empresas, y casi de su moralidad. El aceite de palma supone el 65% de todos los aceites vegetales que se usan en el mundo.
Este aceite se obtiene de las palmeras que crecen en las zonas tropicales del planeta, principalmente en el continente africano, la selva amazónica, e Indonesia y Malasia en Asia, donde el expolio natural de las selvas de Borneo y Sumatra han reducido considerablemente la población de elefantes, tigres, orangutanes y cientos de especies más que, día tras día, ven como nuestro progreso supone su condena. Se calcula que entre 1.000 y 5.000 orangutanes mueren anualmente a causa de la profunda deforestación de su hábitat.
Tanto es así que numerosas organizaciones, entre las que destacan Greenpeace y WWF, han emprendido importantes campañas para detener el consumo de este aceite que se usa para nuestros cosméticos, pero también para hacer margarinas, cocinar, biocombustibles…
Por eso muchas marcas naturales ya lucen en sus envases lemas en los que se advierte de la ausencia de este aceite en sus productos. Otras, sin embargo, se inclinan por usar un aceite de palma sostenible de plantaciones (que representa sólo el 15% del total del aceite de palma que se produce), pero esto sólo está reservado a las marcas que tienen una impecable trazabilidad de sus productos.
Algunas marcas naturales y ecológicas ya advierten de la ausencia de aceite de palma en sus ingredientes como principio básico
Además del labial de Kiko de antes, en estos dos ejemplos de marcas como Elizabeth Arden y Burberrys (entre otras muchas) podemos encontrar aceite de palma (como tal o en forma de aceites hidrogenados –hidrogenated palm kernel en el INCI-, proceso químico mediante el cual conseguimos que un aceite vegetal líquido se conviertan en sólido. Así se hace la margarina de aceite de girasol, por ejemplo.
Así que la próxima vez que compréis un labial (y otros productos), recordad los daños colaterales de ese producto. Sé que muchas de vosotras no usáis maquillaje bio (donde el aceite de palma usado es sostenible), pero tampoco utilizáis productos de marcas que testen, porque no os gusta que se dañe a los animales para hacer un simple cosmético.
Sin embargo, muchas marcas que exhiben su sello cruelty free ya que no contienen derivados animales, sin importarles el hecho de que detrás de los ingredientes de sus cosméticos hay realidades tan duras como esta…
Deforestación en Sumatra para conseguir aceite de palma Orangután quemado por una compañía de extracción de Aceite de palma.
Cuando os recuperéis del shock, podéis leer más en este link sobre el aceite de palma y el aceite bio de palma, así como ver vídeos de las diferencias entre las compañías extractoras de aceite y las compañías bio. Os advertimos que el vídeo de cómo arde el pobre animal (noticia ofrecida por la BBC) es corto pero muy muy duro. Por eso en Orgànics Magazine decimos NO al aceite de palma. Decimos No a esas aberraciones, no con nuestro dinero. No más aceite de palma no Bio.
Después de este triste y largo (pero creemos que necesario) inciso, vamos a ver las mantecas que podemos encontrar en nuestros labiales que le confieren una hidratación y una sedosidad a nuestros labios muy duradera, además de un agradable olor. Entre todas las mantecas usadas en cosmética destaca la de karité que literalmente significa árbol de la mantequilla por la riqueza de sus semillas.
A la manteca de Karité le sigue la de cacao. Con un dulce aroma a chocolate ha sido una de las preferidas para los labiales hasta que el karite casi la desbancó. No en vano muchas de nosotras seguimos llamando a los bálsamos labiales con el nombre genérico de cacao. El cupuacú se usa en menor medida, al igual que la manteca de mango, pero todas ellas tienen en común la consistencia que aportan al producto, así como la hidratación de nuestros labios.
Y subiendo en el nivel de consistencia, llegamos a las ceras, de las que principalmente distinguimos tres: la cera candelilla, la carnauba y la de abeja. La cera candelilla proviene de la planta Euphorbia antisyphilitica que crece en desiertos áridos de América del Sur, principalmente. Tiene un alto contenido en resinas (más del 40%), por lo que es ideal para los labiales, a los que aporta consistencia.
La cera de abeja, por su lado, es más suave y tiene propiedades antiinflamatorias y cicatrizantes y un delicioso aroma dulce. Por último, la cera carnauba se saca de la palmera Copernicia prunifera, planta endémica del noreste de Brasil y es usada para múltiples aplicaciones. Entre sus propiedades destaca ser un suave bactericida y fungicida, lo que nos ayuda a preservar la salud de nuestra piel y evitar infecciones.
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Hasta el momento hemos visto compuestos más o menos blandos que se juntan para obtener una labial que se deslice, que sea brillante, que deje los labios hidratados (o al menos en apariencia). Pero ¿cómo conseguimos que todas esas ceras, aceites y mantecas no se enrancien? ¿Y cómo las mantenemos en estado sólido en nuestras barras? Además ¿qué otros ingredientes podemos encontrar en un labial? y ¿los filtros solares de mi labial son buenos? Todas esas preguntas las responderemos en nuestro artículo sobre tóxicos en labiales.