En el post anterior hablábamos de qué eran las siliconas y los tipos que había. Hoy os voy a hablar de los usos que se les da en para los productos capilares y las virtudes y defectos de estos ingredientes.
Las siliconas en el pelo:
Uno de los primeros usos que se dio a la silicona en cosmética fue para el cabello, para protegerlo del calor de las planchas del pelo, dada su resistencia térmica. Si habéis visto una fibra de nuestro cabello, este no es un tubo continuo, sino que en su capa externa está formado por capas de cutícula como si fueran las tejas de un tejado. Esta capa externa está compuesta en más de un 90% de una proteína fibrosa llamada queratina.
Pues bien, las siliconas sellan esas capas y convierten nuestro pelo en tubos, rellenando los espacios entre cutículas. Pero es un efecto temporal y visual más que nada (afortunadamente, la sabia naturaleza hizo el pelo con estas tejas por algo).
Así, cuando Gliss nos invita a romper las tijeras no es porque digamos adiós a las puntas abiertas, es porque las siliconas las han pegado. Si dejas de usar Gliss, tu pelo vuelve a tener las puntas abiertas y claro, lo vuelves a comprar porque sin Gliss ¡se te abren las puntas y tienes el pelo fatal. El pelo es como las uñas, de hecho su composición es casi idéntica. Cuando una uña se te rompe y te enganchas con ella en todos los tejidos puedes limarla un poco o hacer el truco del kleenex y el esmalte, pero sabes que está rota y ningún milagro cosmético la va a pegar. Con el cabello sucede igual, ya que la parte viva del mismo está enterrada en el cuero cabelludo: el folículo piloso. El resto no son más que capas de proteínas, lípidos, sales y agua (podéis leer más sobre la composición del cabello), pero sin vida alguna. Si se rompe, se abren las puntas o está quemado la única solución real es la tijera, el resto, son operaciones de maquillaje. Ojo, sí puedes cuidarlo para que esto no ocurra, pero una vez está el daño hecho… milagros a Lourdes.
Otra de las aplicaciones de las siliconas en el cabello es para terminar el llamado efecto frizz o, en román paladino, pelo encrespado. Si vives en una zona cercana al mar sabrás de lo que hablo. Es como en el anuncio de Garnier en el que la chica se acerca a la piscina y el pelo se le convierte en una bola. No es un cabello dañado, es un cabello que responde a las leyes de la física y la química: cabello seco con humedad ambiental: efecto frizz. (Otra cuestión es saber por qué ahora todas las chicas tenemos el cabello seco y encrespado, pero supongo que la respuesta está en el uso y abuso de secadores, tenacillas, planchas, tintes químicos, champús con sulfatos y otros ingredientes agresivos…).
También influye cómo sea de liso tu folículo piloso, ya que te afectará más o menos ese demonizado efecto. Si eres asiática, probablemente lucirás un cabello perfectamente liso a orillas del mar. Aprovecha que el liso asiático está en boga. Cualquier día los gurús de la moda se levantan con dolor de cabeza y ponen en marcha la operación revivir a Shirley Temple…
Para las que no tenemos los ojos rasgados el mundo de la cosmética nos ofrece mil y un potingues llenos de siliconas y demás para que nuestro pelo luzca liso, sin un pelo que sobresalga, ya que, además, eliminan la carga electrostática.
El problema de las siliconas
Lo malo viene cuando queremos pasarnos al lado Bio de la vida. No se puede hacer así, sin red ni nada. Como muchas de las siliconas que se utilizan para los productos capilares no son hidrosolubles, se han de quitar con sulfatos. O sea, primero tenéis que usar un champú con SLES y sin silicona para quitar las siliconas de los champús y acondicionadores pasados, y luego ya podéis usar champús más saludables para vuestros cueros cabelludos. Eso es lo que hace el Champú Purificante de Pantene. No lleva siliconas y sí muchísimos ingredientes agresivos además del SLES, por lo que arrastra los restos de silicona (que, curiosamente, contienen el resto de sus productos) dejando nuestro cabello libre de estos polímeros y de la grasa natural de nuestro cabello que, si bien nos permite lucir un pelo muy suelto, también ha eliminado la capa protectora al cabello y lo deja más indefenso frente a las agresiones.
Además, dos de estas siliconas, la Cyclotetrasiloxane (D4), Cyclopentasiloxane (D5) y la han sido catalogadas por la UE como tóxicas, persistentes y bioacumulativas en el medio acuático. La D4, además, ha sido catalogada como disruptor endocrino y posible tóxico para la reproducción humana.
En pruebas de laboratorio, la Oficina de Evaluación de riesgos para la Salud Ambiental del Gobierno Candiense ha probado que el D5 es causantes de tumores uterinos y daños en los sistemas reproductivos e inmunológicos. El Cyclopentasiloxane también influiría de forma negativa en el sistema nervioso, alterando los neurotransmisores.
Por su lado, el Cycloheptasiloxane también se ha demostrado como persistente y potencialmente bioacumulativo, sin llegar a niveles tóxicos para los humanos o el medioambiente.
La Cyclomethicone, una de las siliconas más utilizadas, es una mezcla de los anteriores D4, D5 y D6 siloxanos.
PEG, las siliconas del siglo XXI
Tras esas pesadas siliconas, los laboratorios cosméticos comenzaron a usar otros tipos de siliconas más fáciles de eliminar del cabello y nacieron los champús con siliconas hidrosolubles. Las siliconas hidrosolubles, como os puse en el listado del post anterior, son los llamados Polietilenglicoles (unos polímeros derivados del petróleo, no del silicio), que en el INCI se conocen como PEG seguidos por un guión y un número. Estas siliconas se crean tras someter a los polímeros de polietilenglicol a un proceso de etoxilación, es decir, son sometidos a Óxido de Etileno (sólo que para liarlo un poco más no se llama etoxilación, aunque sea un proceso análogo, sino que se le llama técnicamente pegilación). Las trazas que quedan de Óxido de Etileno y de 1,4 Dioxano (ambos prohibidos por la Unión Europea y considerados como carcinógenos por la International Agency for Reseach on Cancer) no son consideradas como ingredientes del INCI (por eso no encontramos estas substancias en la lista) y no están prohibidas, ya que se considera que la cantidad de Óxido de Etileno y de 1,4 Dioxano que podemos encontrar en los productos etoxilados no superan el umbral de seguridad.
Además, las empresas pueden eliminar a través de procesos de vacío el 1,4 Dioxano de los cosméticos, pero es completamente imposible para los consumidores saber si este dañino elemento se ha eliminado de un producto o no. Por eso, los productos catalogados como naturales sólo admiten un número determinado de PEG en el INCI, pero nunca los que llevan etiquetas Bio que (creo) ninguna certificadora los admite (y digo creo porque seguro que hay alguna certificadora en algún recóndito país que los admite, y como no conozco todos los sellos no puedo hablar con garantías).
Así que, por un lado tenemos unas siliconas no hidrosolubles que son pesadas (algunas de ellas tóxicas) y se acumulan en el cabello y cuero cabelludo, pudiéndose quitar sólo con ingredientes agresivos como los sulfatos (ingredientes que también sufren un proceso de etoxilación). Y si optamos por un champú con siliconas solubles, la mayoría de ellas son polietilenglicoles (PEG), es decir, más polímeros etoxilados. El polietilenglicol, además de hacer más soluble la silicona (más soluble cuanto mayor sea el número de PEG), también hacen más permeable la piel, es decir, lo bueno entra con más facilidad pero lo malo también. (podéis leer más sobre los peg en este interesante y breve documento sobre ingredientes cosméticos).
En definitiva, aquellas siliconas destinadas a ser puestas sólo en el cabello, no en las raíces, como mascarillas, aceites para el pelo (excepto los Bio todo llevan siliconas), reparadores de cabello, selladores de cutícula, protectores térmicos, suavizantes, espumas moldeadoras… no tienen mayor problema que el de ser enmascaradoras de la realidad de nuestro cabello. Lo hacen lucir como si estuviera fuerte y sano, lo hacen más suave, le confieren brillo…, pero todo es aparente ya que al lavar el pelo esa magia desaparece, por lo que si siempre usamos productos con siliconas no podemos ver el estado real de nuestro pelo (amén del susto que nos llevamos cuando decidimos cambiar de champú y pensamos que los champús Bio y sin siliconas no funcionan porque vemos nuestro pelo hecho una pena).
La peor parte viene cuando usamos esas siliconas en champús, tintes o mascarillas que van a estar el contacto con el cuero cabelludo, ya que todos los tipos de siliconas conllevan el uso de ingredientes etoxilados. Las no solubles en agua porque necesitan sulfatos (etoxilados) para ser eliminadas, y las solubles porque son compuestos etoxilados, una vez más.
Otra de las cosas en las que quería reiterarme es en el hecho de que el cabello es inerte. La parte viva del pelo es el folículo piloso, que está enterrado en nuestro cuero cabelludo. El pelo no está vivo, por lo que no puede ser nutrido ni reparado. Es como un suéter. Puedes cuidar sus fibras y usar detergentes no agresivos, con olores espectaculares, con suavizantes que lo dejen mullidito, tratarlo con mimo… seguramente te durará muchísimo más que si usas detergentes agresivos, no le pones suavizantes, lo tiendes al sol, lo mojas con agua salada… Pues el pelo igual. El cuero cabelludo, por contra, sí puede ser cuidado con champús antigrasa, anticaspa, con ingredientes que favorecen el riego para evitar la caída del cabello…, porque a través del cuero cabelludo sí llegan nutrientes a la parte viva del pelo: el folículo piloso y estos nutrientes influirán en la calidad de ese cabello. Además, a pesar de que el pelo no esté vivo, sí refleja el estado de salud de una persona y se pueden apreciar estrechamientos en el cabello si se sufre estrés o se puede saber si una persona ha consumido drogas en el último año, porque el pelo está muerto, pero su composición varía en función de nuestros hábitos y nuestra salud. Así que si quieres cuidar tu pelo, mejor empieza por tu estómago.
En el próximo artículo os hablaremos de las siliconas en la piel y veremos qué nos dicen los científicos sobre los PEG