El olfato
A pesar de que es uno de los sentidos que menos utilizamos en la actualidad, es uno de los más primarios y vitales para la supervivencia de una especie. El sentido del olfato es el único sentido del ser humano vinculado directamente con el sistema límbico, que es donde se generan nuestras emociones. No pasa por la conciencia. No lo pensamos. No lo procesamos. Nos agrada o desagrada en un segundo. O nos lleva de nuevo a nuestra tierna infancia, sosteniendo una magdalena en casa de nuestra tía, al tomar un sorbo de té con sabor a pastel. Como le pasó al protagonista de la novela En Busca del Tiempo Perdido de Marcel Proust gracias al cual se generalizó la expresión de ‘la magdalena de Proust’ cuando nos referimos a ese aroma que, de inmediato, nos remite a una vivencia anterior. Y de ahí, de la propia configuración de nuestro emocional y primitivo olfato, proviene la aromaterapia, gracias a la cual determinados aromas tienen la capacidad de influir en nuestro estado de ánimo. Esta terapia se ha venido usando desde hace miles de años en el lejano y medio Oriente y en Europa, pero no ha sido hasta el siglo XX cuando la ciencia ha otorgado carta de naturaleza a lo que se venía practicando desde hacía centurias…
[adicional text=»En la actualidad más del 75% de los ingredientes que podemos encontrar en nuestros caros perfumes son sintéticos. Es más, más del 80% del precio de venta de un perfume va destinado a las acciones de marketing y publicidad»]
Pues bien. Relatar toda la historia de los perfumes sería imposible, pero sólo os diremos que no queda constancia de cuándo comenzaron a usarse, ya que su uso es tan antiguo como el legado de la humanidad, pero os diremos que hasta finales del siglo XIX todos los ingredientes usados en los perfumes provenían de la naturaleza. Poco a poco la ciencia permitió incorporar ingredientes sintéticos y así llegamos a los años 60 del siglo pasado, con la eclosión de las marcas de belleza. Hasta ese momento los perfumes estaban compuestos en tres cuartas partes por ingredientes naturales: aceites esenciales, hidrolatos, alcoholes… y un porcentaje de hasta el 25% de ingredientes de síntesis.
Pero el ritmo de crecimiento de la industria ha hecho que esos términos se inviertan y en la actualidad más del 75% de los ingredientes que podemos encontrar en nuestros caros perfumes son sintéticos. Es más, más del 80% del precio de venta de un perfume va destinado a las acciones de marketing y publicidad. Pero ¿cómo es esto? ¿Cómo hemos llegado a formular perfumes que son un 75% sintéticos? La variedad de marcas y productos y los constantes lanzamientos dentro de la industria del perfume hace que sea inviable el uso de sustancias naturales para producciones en masa. Por ejemplo, para el lanzamiento de un nuevo perfume de una gran marca hace falta una tonelada de concentrado. Teniendo en cuenta que hay aceites esenciales que cuestan más de 20.000 euros el litro, como es el caso del absoluto de rosa damascena, imaginad el precio que tendrían los perfumes manteniendo ese 80% de costes de publicidad y marketing de las grandes marca… ¡Sería impagable! Eso por no hablar de las toneladas de flores que harían falta para inundar el mercado de perfumes ‘de marca’.
Pero más allá de todas estas consideraciones del precio de los perfumes de los que, recordemos, toda su producción no supera el 20% del coste final de un frasco, radica en las materias que se usan para elaborarlo.
[adicional text=»Los compuestos que dan el aroma a los perfumes están encerrados bajo ese mismo nombre de parfum (fragrance). Esa palabra que suena tan romántica encierra hasta 3.000 sustancias que los consumidores no tenemos derecho a saber en nombre del secreto profesional.»]
Ingredientes tóxicos en los perfumes
Como hemos dicho antes, los ingredientes naturales de los perfumes de hoy en día suponen el 25% del total del producto pero ¿qué podemos encontrar en el INCI de un perfume? Pues prácticamente lo que leemos es… poco, en ocasiones sólo leemos alcohol y parfum, ya que los compuestos que dan el aroma a los perfumes están encerrados bajo ese mismo nombre de parfum (fragrance). Esa palabra que suena tan romántica encierra hasta 3.000 sustancias que los consumidores no tenemos derecho a saber en nombre del secreto profesional. Lo que sí sabemos es que entre esas sustancias, además de haber aceites esenciales y otras totalmente inocuas, están muchas de ellas que actúan como disruptores endocrinos, entre las que se encuentran los almizcles sintéticos policíclicos como el galaxolide (HHCB) y tonalide (AHTN), y algunos ftalatos, especialmente el dietil ftalato (DEP). Sustancias que tal y como aseguraba este estudio de Greenpeace ‘Eau de tóxicos’, se pueden encontrar en diversos perfumes en proporciones tan elevadas como el 9,4% del perfume. Otros como el DBP (dibutil ftalato) y el DEHP (dietilhexil ftalato), que están clasificados como tóxico para la reproducción, Categoría 2 según la Unión Europea, se han encontrado en menor proporción (hasta un 2,2% del peso total del perfume) pero su efecto según los últimos datos científicos, podría ser notable para nuestro organismo incluso en proporciones tan ínfimas de partes por billón (sí, con B de barbaridad). El uso de estas sustancias en perfumería está tan extendido porque los ftalatos son unos excelentes fijadores del perfume. Son los que hacen que nos perfumemos nada más salir de la ducha y volvamos a casa aún con el aroma en las muñecas. Así que si alguna vez has dicho ‘este perfume me encanta porque me dura todo el día en la piel’…, pues ya sabes por qué es.
Aimée de Mars, perfumes ecológicos sin tóxicos
Llegados a este punto supongo que estaréis algo agobiad@s pensando «¿también los perfumes? Al final no nos vamos a poder poner nada en el cuerpo»… ¡pues claro que sí! Por suerte la cosmética ecológica nos ofrece productos libres de tóxicos para perfumarnos, como la gama de Aimée de Mars, unos perfumes hechos en un 95% de ingredientes naturales y un 5% de ingredientes sintéticos idénticos a los naturales, es decir, sin almizcles policíclicos ni otros compuestos tóxicos.
Aimée de Mars recibe el nombre de la abuela de la creadora de esta marca de perfumes de aromaterapia, ya que fue ella la que infundió en su nieta Valérie el amor por la aromaterapia. Así sus perfumes tienen un corazón activo de 21 aceites esenciales que están presentes en cada fragancia, desde la lavanda hasta la rosa, pasando por la bergamota, la vainilla, la mirra, el ylang ylang o el incienso.
De momento en España, gracias a krous, podemos disfrutar de cuatro de sus fragancias y hoy os quiero hablar de la que he estado probando estos días que es la de Belle Rose.
Su presentación, como la de los grandes perfumes de las grandes marcas me evoca a la época dorada de Hollywood, con esa pluma adornando el cuello de la botella de grueso cristal. Sólo una pequeña advertencia. La caja se desliza como las de cerillas y tiene que poner el dedo debajo al cogerla porque si no se desliza y ¡adiós perfume! Una vez la tienes en las manos notas el peso del cristal, la calidad de los acabados, la impecable presentación.
La primera vez que lo usé me eché demasiado producto porque puse muy cerca el dosificador. Pero entonces me acordé de cómo mi compañera de la facultad Natalia se ponía el perfume. Lo echaba al aire y se ponía debajo inmediatamente. Así el aroma se reparte por todo el cuerpo mucho mejor.
Belle Rose tiene una fragancia muy floral y al ser un agua de perfume tiene una gran intensidad. Cuando vi que el perfume que me habían mandado desde krous era el de rosa me eché a temblar, ¡¡ya sabéis mi aversión por el aroma a rosas!! Sin embargo este perfume me evoca esos anuncios de Cacharel de cuando era jovencita. Es una fragancia muy romántica e intensa que con el paso del tiempo se vuelve empolvada y suave, dejando un halo sutil en la piel con un aroma casi adolescente.
[adicional text=»Porque ese es otro de los problemas de los ftalatos…, la permanencia que tienen en nuestro medio ambiente. Tanto es así que en Europa no llueven hombres, como rezaba Gloria Gaynor, sino ftalatos.»]
Cuando la abrí tuve la oportunidad de comprobar lo diferente que puede oler un perfume de una persona a otra, ya que a mi amiga Gloria cada uno de los perfumes que probamos le olía de una manera en la piel y con Belle Rose no fue menos. La intensidad y dulzura con la que los perfumes se despliegan en mi piel poco o nada se parecía a la suya. Por eso es importante probar los perfumes para saber cómo reaccionan con nuestra propia piel.
Por eso, detesto cuando las marcas de cosmética natural y ecológica dicen que su cosmética está hecha sin químicos ¿cómo es esto posible? Toda nuestra vida, toda la vida, existe gracias a las reacciones químicas. Y esas mismas reacciones son las que hacen que cada perfume huela de forma diferente en cada persona, porque cada uno de nosotros tenemos un sello, un aroma diferente y al combinarlo con los perfumes éstos se funden y se entrelazan, creando mezclas armónicas o mezclas que nos horrorizan.
A mí de momento Belle Rose me ha gustado mucho, aunque tengo ganas de probar el resto de la gama, sobre todo porque desde que empecé esta andadura por el lado bio de la vida no me he perfumado más que con aceites y me apetecía mucho probar un perfume teniendo la absoluta tranquilidad de que sus ingredientes no son tóxicos y no van a dañar ni mi cuerpo ni nuestro medio ambiente. Porque ese es otro de los problemas de los ftalatos…, la permanencia que tienen en nuestro medio ambiente. Tanto es así que en Europa no llueven hombres, como rezaba Gloria Gaynor, sino ftalatos.
Así que si tú también quieres deshacerte de esos tóxicos perfumes Con Aimée de Mars lo tienes fácil, ya que cada una de sus fragancias tiene un perfil determinado, tres de ellas son femeninas (Belle Rose, Mythique Iris y Espiègie Bergamote) y mientras que la cuarta (Eau 21) es unisex. Su precio es de 68 euros y para el día de la madre, desde krous han preparado un pack especial y por la compra de uno de sus perfumes de 50ml te regalan su fabuloso cremi gel krous.
Y vosotr@s ¿Conocíais Aimée de Mars?